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Aquí podrás encontrar diversos artículos de divulgación que esperamos te sean útiles.
  • El CUIDA como Instrumento de Evaluación de la personalidad en la evalua
  • Traumas ocultos en los TCA

    Cuando nos encontramos con un caso de Trastorno de la Conducta Alimentaria (TCA) en consulta, son muchas las preguntas que nos debemos hacer. Algunas de ellas tienen que ver con  explorar como está esa conducta en la actualidad y de qué forma limita al paciente en su vida. También debemos preguntar acerca de la historia del problema, cómo son las horas de las comidas en su casa, qué pasa dentro de ellas en esos momentos, su historia familiar, etc


     

    Otro de los aspectos importantes que debemos evaluar es qué hay debajo del trastorno. Son numerosos los casos en los que vemos que hay una clara relación entre los TCA y los trastornos de apego. Muchas de estas personas tienen dañada su base segura, no han tenido accesible una figura de seguridad en el momento en que lo necesitaron, aunque no lo recuerden o tengan conciencia de ello. Éstos  son los llamados traumas ocultos (Schuder y Lyons-Ruth, 2004) que se refieren a la incapacidad del cuidador para modular la desregulación emocional.

     


    Este tipo de traumas en la infancia les hace aprender unas estrategias de vinculación con otras personas, que reproducen el resto de su vida y que probablemente  no son las más adecuadas, ya que pueden generarle unas creencias sobre sí mismas de miedo al rechazo o de ser distintas al resto que les generen un malestar muy fuerte a nivel emocional y, a falta de otras estrategias, sea a través de la comida la manera (disfuncional) en que han aprendido a regularlo.

     


     Algunas de las estrategias que podemos usar con la terapia EMDR es ver cuáles son los disparadores actuales de las conductas y ver qué relación pueden tener con la historia de apego del paciente. Por ejemplo, si la persona se da un atracón o vomita cada vez que tiene una pelea con su pareja, habría que explorar cuáles son las creencias que tiene sobre sí mismas en esos momentos y ver dónde las aprendió. En este caso, si la creencia fuese “no merezco ser querida”, ver donde aprendió eso y, de esta manera, podremos ir al foco del problema.

     


    Por lo tanto, los TCA no siempre tienen que ver con el rechazo físico directamente, sino también con creencias desarrolladas que pueden tener que ver con el autoconcepto o la autoestima, tales como “no estoy bien como soy” o “no me gusto”, y ya sabemos que esto se desarrolla en la infancia. Si tenemos esto en cuenta, trabajaremos directamente sobre el origen del problema y no solo sobre las conductas presentes que son como “la punta del iceberg”, es decir, lo que se deja ver del problema.

     


                    Por supuesto, sus estrategias de vinculación con el resto, las utilizarán también con nosotros, por lo que es importante tener esto en cuenta para construir una buena relación terapéutica con estos pacientes y que eso no sea un problema añadido a la terapia.


     


    Esther Blanco Antón

    Col num. M-27.602

    Clínico EMDR

  • Trastornos disociativos

    Según el DSM-V  los trastornos disociativos se caracterizan por una interrupción y/o discontinuidad en la integración normal de la conciencia, la memoria, la identidad propia y la subjetiva, la emoción, la percepción, la identidad corporal, el control motor y el comportamiento.


     

         El concepto de disociación es muy amplio, por eso con este artículo, queremos hacer un acercamiento general a este trastorno, que puede abarcar desde una desconexión puntual con la realidad hasta la aparición de dos o más estados de la personalidad.

     


         Seguramente a todos nos ha pasado estar en el autobús y no darnos cuenta de que el tiempo ha pasado, esto en sí puede ser disociación en su estado más leve(incluso adaptativo en sí mismo) ; pero no lo es tanto si nos pasan cosas como mirarnos al espejo y no reconocernos, hacerse autolesiones y no recordar ese momento, escuchar voces que nos dicen cosas que debemos hacer o decir,  o encontrar cosas entre nuestras pertenencias y no recordar haberlas comprado. Éstos son algunos de los síntomas que pueden indicarnos que estamos ante un trastorno disociativo, aunque habrá que hacer una buena exploración.

     

        Los traumas suelen ser la causa de la aparición de este trastorno en muchas personas. El trauma quiere decir “herida” en griego, y ya empieza a estudiarse a raíz de las secuelas de las grandes guerras.

     


        Una de las principales características del trauma son los flashbacks, es decir, experiencias de estar reviviendo el suceso con el mismo malestar que tuvimos en el momento de vivirlo. Cuando esto ocurre es uno de estos estados de la personalidad, lo que llamamos Parte Emocional (PE),  que se quedó congelada en el trauma, el que está reviviendo estos recuerdos y nos hace conscientes de ellos y del malestar asociado.

     


        Sin embargo, no es necesario haber vivido éste tipo de trauma (T), en el que sientes que tu vida o la de otra persona corre peligro, para desarrollar disociación; ésta también puede aparecer como consecuencia de traumas (t) que tienen su origen en la infancia y en el tipo de apego que hemos tenido con nuestros cuidadores principales.

     


       Podemos tener PE nuestras infantiles que pueden haberse quedado también “congeladas”  y son las que nos hacen desarrollar sentimientos de falta de valía propia o seguridad durante el resto de nuestra vida, con pensamientos del tipo “no valgo”, “no merezco ser querido”, “tendría que haber hecho algo”, “soy débil” o “no estoy bien como soy”, entre muchos otros.

     


       Es necesario atender a éstas PE para poder trabajar la disociación, entender cuándo y cómo se formaron para poder hacer que formen parte de nuestro funcionamiento normal, es decir, “desbloquear” éstas partes, para ayudar al cerebro a tener una integración normal de la conciencia.


     

       Para poder realizar este tipo de trabajo, es necesario un terapeuta experimentado que pueda acompañarte en este proceso de una forma eficaz y cercana.

     


    Esther Blanco Antón

    Col num. M-27.602

    Clínico EMDR

  • La Adopción Internacional

    Hoy en día cada vez más parejas recurren a la adopción como modo de desarrollar su maternidad/paternidad. Bien por que no puedan tener hijos biológicos, bien por cualquier otra causa.

     


    Sin embargo, en España, y en contra de lo que muchas personas creen, no hay casi niños/as que puedan ser adoptados. Sí existe, sin embargo, un gran número de niños/as susceptibles de ser acogidos por una familia (acogimiento familiar). El acogimiento es muy diferente de la adopción ya que la adopción (nacional o no) rompe los vínculos legales con la familia biológica y los establece con la familia adoptiva (en España sólo existe la adopción plena). El Acogimiento Familiar tiene una filosofía completamente diferente. El niño es acogido por una familia con el fin de proporcionarle un ambiente estable y favorecedor que le permita su desarrollo personal mientras su familia biológica no puede proporcionárselo. Por ello, cuando esta haya recuperado la estabilidad o tenga los recursos (económicos, emocionales, sociales, etc.) suficientes, el niño/a deberá volver con su familia de orígen, ya que nunca rompió los vínculos con ella.


     

    Así pues, y debido a que el número de familias que realizaban un ofrecimiento de adopción nacional era muy superior al de los niños susceptibles de ser adoptados, hace unos años se cerró el cupo para la adopción nacional (aunque volvió a abrirse en el 1999, pero sólo durante tres meses) y comenzó el auge en España de la Adopción Internacional.

     


    Sin embargo, muchas personas acuden a la adopción internacional sin un conocimiento real de lo que ello supone. Es obligación del estado garantizar que el niño que llegue para ser adoptado se desarrolle en las mejores condiciones físicas y psicológicas, así como que los medios económicos con los que cuente la familia sean suficientes. Por ello, y dado que, no lo olvidemos nunca, la prioridad es el menor, los padres deben pasar por una evaluación psicosocial minuciosa que garantice que ese niño va a poder estar bien atendido. Mucha gente piensa que los niños en los orfanatos están tan mal que hay que sacarlos de allí a toda costa.  Sin embargo, no piensan que cuando son adoptados se les saca de lo que ellos han conocido como su hogar, de las personas que han cuidado de ellos, del clima, la alimentación, el lenguaje, etc. Y si llegan aquí y los padres no les ofrecen lo que necesitan para su desarrollo integral, el trastorno psicológico para el niño puede ser aún mayor que estar en un lugar con pocas posibilidades económicas.

     


    Otro punto extremadamente importante es que, la adopción no es un hecho benéfico, es una opción de maternidad/paternidad. No es justo para un niño ser adoptado por “pena”. Para que la adopción pueda ser llevada con las mayores garantías de felicidad para ambas partes, los padres adoptantes deben tener el deseo de ser padres, ante todo, es decir, deben querer un hijo, con todo lo que conlleva.

     


    Las personas que adopten también tendrán que tener claro que el niño/a que va a llegar trae consigo una problemática especial, que no sólo es la adaptación. La historia previa del niño y sus secuelas psicológicas no pueden obviarse (por muy pequeño que este sea) pero tampoco las posibles secuelas físicas (problemas psicomotrices, de crecimiento, etc). Además, la adopción “no es reversible”. Es decir, “si no me gusta el niño no puedo devolverlo” ya que si lo hago estaré abandonando un niño exactamente igual que si abandonara a un hijo biológico porque “no se adapta a mí, no es lo que yo esperaba, no sé qué hacer con él...” con el consiguiente desarraigo y problemas emocionales que le traería ya que al ser ya un niño español quedaría abandonado de nuevo aquí y separado de todo lo que conocía.


     

    La adopción internacional puede solicitarse en diferentes países, por ejemplo: China, lndia, México, Colombia, Ucrania, Hungría, Bulgaria, Santo Domingo, y un largo etcétera. El Instituto Madrileño del Menor y la Familia (IMMF) de la Comunidad de Madrid es el organismo competente para informar sobre todos los trámites necesarios y a pesar de que hay un pequeño grupo de psicólogos autorizados por la Comunidad de Madrid para realizar los Informes psicológicos necesarios para la obtención del certificado de idoneidad de la CAM, todos los trámites han de seguirse a través de ésta y de los correspondientes colegios profesionales, por lo que nosotros no podemos realizar ningún tipo de tramitación que no venga directamente de dichos colegios.


     

    A pesar de todo esto, la adopción internacional es una posiblidad muy satisfactoria de desarrollar el deseo de ser padre/madre que ofrece además de todo lo que ofrece la maternidad y paternidad biológicas, enormes posibilidades de enriquecimiento personal y cultural, ambos muy beneficiosos a todos los niveles tanto para la familia como para la sociedad que les acoge.


     


    CenPsisa

    Mª Isabel García Medina

    Psicóloga Colegiada Nº: M-11.045

  • La Ansiedad

    En muchas ocasiones la ansiedad es adaptativa para el individuo, permite estar alerta ante un peligro real, y afrontarlo mejor (al igual que un corredor se prepara ante el pistoletazo de salida, la ansiedad prepara al cuerpo par responder ante una alerta). El problema surge cuando los niveles de ansiedad son demasiados altos y se mantienen durante demasiado tiempo, ya que la ansiedad se suma a la tensión o ansiedad que se haya sufrido anteriormente. Por ejemplo, una persona que haya tenido un mal día en el trabajo tiene menos “capacidad de aguante” y se enfada cuando llega a casa por cosas que normalmente no le molestarían.


     


    Así, si después de una situación que provoque ansiedad se produce otra sin que haya transcurrido el tiempo suficiente para que la persona se relaje, puede subir el nivel general de la ansiedad y desencadenar los síntomas que se consideran desagradables.

     


    Los psicólogos consideramos que no es necesario acudir a consulta si la persona puede solucionar el problema por sí mismo en un plazo de tiempo razonable. Si no se soluciona, no se debe dejar que el problema se haga crónico porque así será mucho más difícil de solucionar.


    El tratamiento de la ansiedad pasa por modificar los tres sistemas.

     


    ·    Los pensamientos: ayudando a la persona a controlar los pensamientos que surgen ante las situaciones desagradables, centrándose en el presente, impidiendo los pensamientos que surgen tales como “no tiene solución”, “me va a dar un infarto”, etc.


    A nivel fisiológico: relajando a la persona y ayudándole a controlar sus propios síntomas (aceleración del latido cardíaco, de la respiración, sudoración, temblores...)

     A nivel conductual: controlando las respuestas de evitación de manera que la persona pueda dejar de huir de lo que le provoca ansiedad pero de modo controlado y ayudado y supervisado por un profesional para que la persona se vea capaz de hacerlo.

     


        Desde el EMDR, la ansiedad es un síntomas de un trauma no resuelto,por lo que la resolución de los traumas acaecidos anteriormente será el paso previo básico para la eliminación del problema de ansiedad.


     

    CenPsiSa

    Mª Isabel García Medina

    Psicóloga Colegiada Nº: M-11.045

  • ¿Qué es el estrés y cómo controlarlo?

    ¿Qué es realmente el estrés? El estrés es la respuesta del organismo a cualquier cambio al que tenga que adaptarse. La situación que lo produce puede ser desagradable (un exceso de trabajo) o agradable (que nos toque la lotería). Los cambios imaginarios (las preocupaciones) también son estresantes, así como el estado de salud de nuestro cuerpo.

     


    Mucha gente cree que el estrés solo se produce cuando las exigencias son demasiado elevadas, sin embargo hay muchas otras cosas que producen estrés como la misma falta de exigencias, la soledad, etc. Y no sólo los procesos vitales (muerte de un familiar, un divorcio...) sino también los sucesos cotidianos.


     

    Pueden provocar estrés el esfuerzo físico, los factores sociales y emocionales (discusiones, aburrimiento...) una enfermedad, una alergia, factores medioambientales (temperatura, polución...)  factores hormonales (pubertad, menopausia...), la ingestión de sustancias adictivas (café, alcohol, tabaco...), etc.

     


    Cuando forzamos al cuerpo demasiado termina acusando el cansancio, no sólo por el esfuerzo que realiza sino también por la falta de sueño que provoca y que impide a su vez la recuperación. En el interior del cuerpo comienzan a producirse cambios. En un principio sólo se nota el cansancio pero si la persona intenta seguir llevando el mismo ritmo ocurrirán cambios permanentes que pueden provocar enfermedades en un período de tiempo no demasiado largo.

     


    Sin embargo ¿Porqué una misma situación no afecta igual a todas las personas que la sufren?. La diferencia está en el estilo de afrontamiento  o coping que tenga cada persona. Es decir, los esfuerzos que hace para manejar las situaciones y la emoción que le produce.

     


    Hay tres estrategias básicas de afrontamiento:


     

    Afrontamiento activo: intenta modificar los sucesos estresantes para que dejen de serlo.


     

    Afrontamiento pasivo: cuando no puede cambiarse o evitarse  el suceso, la persona intenta que le afecte lo menos posible.

     


    Afrontamiento de escape: la persona intenta no enfrentarse a la situación huyendo de ella.

     


    Pero no sólo influyen los estilos de afrontamiento, también influyen el apoyo social que la persona tenga, la autoestima, el optimismo, etc.

     


    Ninguna estrategia es mala en sí, pero las personas tienden a utilizar siempre el mismo tipo de estrategia para todas las situaciones y esto sí produce efectos negativos. Por ejemplo, la que utiliza el escape, cuando éste no puede darse, es fácil que tenga un sentimiento de indefensión que si se mantiene producirá una depresión .

     


    ¿Cómo puedo controlar el estrés?

               


    La cura del estrés no es la relajación aunque sí puede ayudar en un principio a controlar los síntomas mientras modificamos nuestras estrategias de afrontamiento y aprendemos a utilizar la que es más adecuada para cada situación, además de mejorar, si es necesario, el apoyo social o las variables de personalidad (autoestima, habilidades de resolución de problemas, etc.). Estas modificaciones son las que realmente nos ayudarán a controlar el estrés y a prevenir sus consecuencias


     

    Síntomas del estrés


    Emocionales: Fatiga, dolores difusos o generales, llanto, depresión, ataques de pánico o angustia, insomnio, ira y ansiedad.


    Fisiológicos: gastrointestinales (úlceras, cólicos, diarrea, colitis, gastritis, etc.), cardiovasculares (hipertensión, infarto, palpitaciones irregulares, embolia...), dermatológicos (ronchas en la piel) e inmunológicos (menor resistencia a las infecciones, al cáncer...).                   

      


    CenPsiSa

    Mª Isabel García Medina.

    Psicóloga Col Nº: M-11045

  • Trastorno de estrés post traumático

    El trastorno de estrés postraumático (TEPT) es la aparición de algunos síntomas característicos después de experimentar un suceso traumático en algún momento de su vida. Esta situación se experimenta con intenso miedo, horror o sentimiento de impotencia. Lo que desata este trastorno puede ser algo que amenace su vida o la de otra persona (cuanto más cercana a ella, más probabilidades hay de que sufra TEPT). También puede ser algo que la persona viese como un desastre natural, etc.

     


    La sensación que tiene la persona que experimenta estrés postraumático es que la vida se ha podido quedar “congelada” en ese punto, de manera que lo vive una y otra vez.

     


    Así pues, los síntomas suelen ser: 


    Pesadillas


    Recuerdos inquietantes durante el día


    Problemas de sueño


    Depresión


    Sobresaltos


    Entumecimiento


    Indiferencia por situaciones que antes eran importantes o agradables


    Irritabilidad y/o agresividad

     


    Evitación de cualquier situación que pueda recordarle lo que vivió.


    Por todo ello, los aniversarios de lo que sucedió suelen ser muy difíciles para esa persona y los vive con mucha angustia y/o miedo.

    El TEPT puede presentarse a cualquier edad, incluyendo la niñez.

    Como muchos trastornos de ansiedad puede venir acompañado de depresión, pero también es frecuente que la persona que lo sufre utilice para olvidar esto una espiral de comportamientos autodestructivos como puede ser el abuso de drogas o de alcohol.

     


    A veces, el deterioro que produce es tan grave que llega a ser difícil la convivencia con ellos, por lo que tienen problemas para trabajar o para mantener relaciones sociales.

    No todas las personas que sufren un evento traumático sufren luego de PTSD, por lo que puede existir una cierta predisposición en la persona. Los síntomas tampoco son los mismos en todas ellas, pero generalmente empiezan tres meses después del suceso, duran desde un mes hasta años (aunque generalmente desaparecen antes de seis meses). En ocasiones el TEPT se presenta años después de la ocurrencia del suceso, normalmente cuando aparece otro suceso traumático que se parece al anterior de alguna manera.

     


    Los síntomas suelen ser peores si la situación la provocó una persona (por ejemplo, una violación, un asesinato, un robo a mano armada...) que si fue un evento natural como un huracán o una inundación, es decir, la persona vive mucho peor la situación si hubo intencionalidad que si no la hubo.

     


    Pequeñas situaciones de la vida cotidiana puede provocar una imagen vívida de la situación temida. Esta imagen puede a su vez hacer que la persona pierda incluso el contacto con la realidad y vuelva a vivir ese evento durante unos segundos (como un flash-back), unas horas o incluso unos días, aunque esto es muy raro. Esos recuerdos pueden ser tan vívidos que la persona perciba imágenes, sonidos, olores o sensaciones corporales que le hacen estar convencido de que la situación que le provocó el trauma vuelve a repetirse.

     


    Para evitar todo esto, la persona puede evitar cualquier cosa que pueda recordarle esa situación. A veces, esa evitación es adaptativa, es decir, es útil para que no vuelva a ocurrir (pasar por un descampado, evitar una zona donde fue atracado...), pero en otras ocasiones, la probabilidad de que vuelva a ocurrir es muy pequeña, sin embargo la persona evita salir de casa para porque en la calle vivió una inundación, etc.

     


    Sin embargo, en algunas ocasiones puede ser beneficioso enfrentarse de nuevo al trauma, por ejemplo, ir a la escena de una violación, acercarse al lugar donde murió un familiar, etc. Sin embargo, no es conveniente hacerlo sin el apoyo de un profesional que pueda supervisarlo, porque como en todos los trastornos de ansiedad, si la persona se enfrenta a la situación temida y no puede soportar la ansiedad, hay muchas probabilidades de que escape, con lo que el problema puede empeorar. Parece que tiene mucho mejor pronóstico la persona que tiene buenas redes sociales (familiares y amigos) y las utiliza para apoyarse cuando siente que lo necesita. Por tanto, ¿qué puede hacer una persona que sufre de estrés postraumático?: 



    Buscar apoyo en su familia.


    Aprender técnicas de control de estrés y relajación.


    Comer una dieta equilibrada.


    Hacer ejercicio regularmente.


    Evitar drogas y alcohol (si no le es posible, acudir a terapia rápidamente).


    Mantener las antiguas y hacer nuevas amistades.


    Aceptar que puede haber contratiempos (cosas que no salgan como él/ella esperaba).


    Utilizar técnicas que ayuden a mejorar el sueño.


    Solicitar ayuda de un terapeuta profesional especializado.



    CenPsiSa

    Mª Isabel García Medina

    Psicóloga Col. Nº: M-11045 

  • El pánico

    Después de hablar de la ansiedad, en el artículo anterior, considero importante tratar un trastorno de ansiedad que puede darse sólo o con otros trastornos asociados: EL PÁNICO. 


     

    La mayor parte de las personas tienen miedo a alguna cosa, sin embargo, éste miedo no es tan intenso como para que pueda considerarse un ataque de pánico. 

     


    Muchas personas acuden a los servicios médicos de urgencia con la sensación muy intensa de que van a morir de modo inminente, que tienen un ataque al corazón o un tumor cerebral. Generalmente, después de una exploración, se le informa al paciente de que nada de lo que cree tener es real, y que lo que tiene no es más que ansiedad o "nervios".  La persona que lo sufre tiene una gran sensación de alivio cuando le dicen que ninguno de sus temores se va a cumplir (aunque después puede volver a preocuparse si cree que "los médicos no saben qué es"), y cuando vuelva a sufrir una crisis, irá rápidamente al hospital para ser nuevamente explorado/a, con idéntico diagnóstico. Sin embargo, como veremos después, ésta no es la mejor solución al problema.

     


    Los síntomas se inician bruscamente y a los 10 minutos ya son de intensidad máxima. No es necesario que la persona tenga todos los síntomas, aunque generalmente se dan juntos muchos de ellos junto a la sensación de peligro o muerte inminente y una urgente necesidad de escapar o huir. Si esto es lo que le ocurre, está Vd. sufriendo un ataque de pánico. 


     

    El pánico es vivido como algo terrible y amenazante, sin embargo, a pesar de lo aparatoso de los síntomas, no es peligroso, simplemente desagradable y nada de lo que la persona teme llegará a ocurrir. 



            Cuando la persona está sufriendo varias situaciones que le provocan ansiedad, a veces llegan a un nivel tal que las sensaciones no pueden ser controladas y derivan en un ataque de pánico.


     

    Además, el ataque de pánico se suele producir en una situación determinada, lo que hace que la próxima vez que se encuentre en una situación parecida, lo relacionará con el ataque sufrido anteriormente, elevará su ansiedad, "vigilará" sus sensaciones corporales y se incrementará él/ella mismo/a la probabilidad de sufrir otro ataque.  


     

    La eliminación de los ataques de pánico, a pesar de su aparatosidad es sencillo y rápido.  Se basa en la explicación al paciente de porqué se produce un ataque de pánico, en ofrecerle estrategias para enfrentarse durante un período de tiempo con la situación temida (si existe) o con el ataque en sí y no huir de él, es decir, utilizar esas estrategias para no acudir al centro de salud u hospital y permitir al propio cuerpo que disminuya él mismo la ansiedad, ya que, al ser tan intensa, los mecanismos de regulación del propio cuerpo no tienen otra alternativa que bajarla ellos mismos cuando lo que temían no llega a producirse. En la práctica clínica, los pacientes suelen decir que "al principio no fueron a ningún hospital y sin embargo la ansiedad no bajó". Esto es cierto, ya que aunque no acudieron a un centro, la necesidad de huir sí se suele mantener, y con ello la posibilidad de que huyendo "se nos quite".


     

    Así, el enfrentamiento no se produce y la eliminación de los síntomas tampoco. De todas maneras, me parece importante incidir en que el enfrentamiento a los síntomas debe hacerse bajo la supervisión de un profesional que ofrecerá las estrategias adecuadas para cada persona y situación, ya que además, hay otros trastornos que no son las crisis de pánico en sí pero que tienen como uno de los síntomas uno de éstos ataques.

     


    Los síntomas más comunes del ataque de pánico son: 


     

    Palpitaciones, sacudidas del corazón o elevación de la frecuencia cardíaca

    sudoración

    temblores, sacudidas 

    sensación de ahogo o falta de aliento

    sensación de atragantarse

    opresión o malestar torácico

    náuseas o molestias abdominales

    inestabilidad, mareo o desmayo

    sensación de irrealidad o de estar separado de uno mismo

    miedo a perder el control o volverse loco

    miedo a morir

    entumecimiento u hormigueos

    escalofríos o sofocaciones


    CenPsiSa

    Mª Isabel García Medina             

    Psicóloga Colegiada Nº: M-11045 

  • La agorafobia

    La agorafobia es un trastorno que puede acompañar al trastorno de pánico  con bastante frecuencia, (incluso algunos autores consideran que es una consecuencia lógica de éste mismo). Lo que es seguro, es que una persona que sufre agorafobia, sufrirá también ataques de pánico o sensaciones muy similares a las que esa crisis de angustia produce, aunque algo menos intensas.



    El pánico es una sensación muy intensa que sufre una persona en un momento dado (más o menos esperado) de que va a morir de modo inminente, que tienen un ataque al corazón o un tumor cerebral, y suele ir acompañado de palpitaciones, temblores, sacudidas, sensación de mareo, etc.


     


    A veces, este ataque de pánico es sufrido en una situación que la persona vive como la causante de su propio estado, por ejemplo, una persona puede sentir sensación de mareo en un hipermercado un sábado por la tarde mientras hace sus compras. Si esa sensación de mareo se percibe tan desagradable como para que se genere un ataque de pánico, lo más probable es que la persona sienta miedo a volver a pisar ese supermercado por temor a sufrir de nuevo esas sensaciones tan desagradables. Es decir, lo importante en la agorafobia es, no sólo que la persona evita los lugares donde "cree" que puede sufrir una crisis, sino que existe un miedo persistente a volver a sufrirlas o las consecuencias que pueda conllevar (temor a sufrir un infarto, a volverse loco...).

     


    Así pues, la persona suele generalizar, es decir, empieza a evitar acudir a sitios similares a aquellos en los cuales ya haya sufrido una crisis. La persona de nuestro ejemplo puede evitar también otros hipermercados, después otros lugares concurridos, e incluso cualquier tienda, por pequeña que sea. Este miedo persistente a sufrir otra crisis suele empeorarse si la persona acude a éstos sitios sola, por lo que solicitan que les acompañe alguien de su confianza que "pueda ayudarle si sufre un mareo". Como se sienten más seguras cuando van acompañadas, poco a poco evitan salir solas en cualquier circunstancia y empieza a depender de otras personas para todo. También suelen acudir al médico a que les sean realizadas todo tipo de pruebas, generalmente con resultado negativo, por lo que empiezan a pensar que los médicos no saben qué les ocurre, y sin una medicación de apoyo aún les produce más miedo salir solas. 

     


    Al final el miedo puede generalizarse a cualquier situación y ya no pueden ir o estar solos en ningún sitio, ya que cualquier lugar cerrado les da miedo. Sin embargo, los grandes espacios abiertos (el campo, la montaña...) también les producen una gran angustia por la imposibilidad de recibir ayuda con rapidez si algo les ocurriese. Y puede irse ampliando la situación hasta que sólo se encuentran cómodos y relajados en su propia casa, por lo que no pueden salir de ella.



    De todas maneras, lo que debe quedar claro es que las personas que sufren de agorafobia, realmente sienten dicha angustia (no "se lo inventan"), y ese estado de tensión les provoca una hiperventilación (respiran más deprisa de lo necesario y les entra más oxígeno también del necesario, por lo que se produce la sensación de mareo, que no es perjudicial, pero sí percibida por ellos como peligrosa). También se producen otros síntomas debidos a la tensión que experimentan, es decir, el cuerpo se prepara para huir ante un peligro y acelera su ritmo cardíaco, respiratorio, paraliza la digestión, etc.

     


    Una manera de controlar la sensación de mareo sería respirar a través de una bolsa, para  reabsorber el anhídrido carbónico que expiran y regular así el nivel de oxígeno en sangre. 

     


    La agorafobia es un trastorno muy angustioso para la persona que lo sufre y para sus familias, que se ven completamente dependientes del miembro que la sufre, ya que no pueden dejarle sólo y deben acudir con él a cualquier parte.

     


    Hay que comentar también que hay personas que sufren este trastorno y que son capaces de realizar sin excesivas dificultades traslados muy conocidos por ellos en los que se encuentren más o menos cómodos, por ejemplo, ir a trabajar, ir a casa de una amiga, etc. pero no otros, por muy sencillos que les parezcan a los otros miembros de la familia.

     


    También hay que decir que lo mejor para resolver este trastorno es ponerse en manos de un profesional que pueda ayudarle a superar esta situación. Si el problema es tan grave que  teme ir a la consulta del psicólogo incluso acompañado, el profesional se desplazará hasta su casa hasta que el paciente se encuentre con el ánimo suficiente como para acudir por sí mismo a la consulta, pero no se debe dejar sin tratar, ya que es un problema que muy rara vez mejora por sí mismo (exceptuando las mujeres, ya que pueden mejorar notablemente cuando se quedan embarazadas, y suele mantenerse la mejoría hasta que el bebé tiene ya varios meses), sino que empeora hasta que la persona se puede ver relegada a pasarse años sin salir de su propia casa.



    CenPsiSa

    Mª Isabel García Medina

    Psicóloga Colegiada Nº: M-11045 

  • La depresión

    Lo primero que tenemos que tener  en cuenta es que la depresión es una enfermedad real, no imaginaria, que afecta gravemente a los pensamientos, los sentimientos y las conductas o comportamientos de las personas que la padecen y por ello debe ser tratada por un profesional. Puede producirse como reacción a un suceso determinado (muerte de un familiar, estrés laboral, asignaturas suspensas, etc.) o sin causa aparente. La persona que sufre este segundo tipo de depresión suele tener un mayor sufrimiento si cabe, ya que las personas que le rodean le recuerdan frecuentemente (con la única finalidad de ayudar, pero consiguiendo el efecto contrario) que no tiene razones para estar deprimido, que tiene una familia que le quiere, una casa o un trabajo...



    Los síntomas de depresión pueden incluir:


    Sentimientos continuos de tristeza, aflicción o desesperación.

    Sentimientos de culpabilidad-Baja autoestima

    Subidas o bajadas de peso y cambios en el apetito

    Trastornos del sueño (insomnio, sueño excesivo, despertares constantes durante la noche, etc.)

    Disminución o pérdida del deseo sexual

    Desmotivación o pérdida de interés por lo que antes resultaba gratificante.

    Cansancio o fatiga constante

    Incapacidad para concentrarse o tomar decisiones solo

    Dolores de cabeza, náuseas e indigestión

    Pensamientos no realistas sobre él mismo, el futuro y el presente

    Falta de deseo de vivir o ideas de suicidio o muerte.

    A veces la depresión acompaña otros problemas como los ataques de pánico, la fobia social, la agorafobia,  la hiperactividad, las obsesiones-compulsiones, etc. 


     


    ¿Cómo afecta a los pensamientos? 


    La persona deprimida se da a sí misma una explicación de lo que le pasa o de las circunstancias que rodean su vida que es irreal. Sin embargo, para ella, ésta explicación es verdadera e irrefutable. Todo lo ve mal en su vida, no ve salida a su enfermedad, adivina el futuro (y lo ve siempre negativo), adivina también lo que piensan los demás (y cree que su opinión sobre él será negativa, que se van a cansar de él y le van a abandonar, que estarían mejor si desapareciese...).



    ¿Cómo afecta a la conducta?


    La persona deprimida deja de recibir placer de las cosas que antes disfrutaba. Así pues deja de hacerlas, deja de salir, sólo quiere estar en casa o metida en la cama... Poco a poco va perdiendo a los amigos y disminuyen las relaciones sociales, por lo que cada vez tiene menos cosas que le satisfagan, entrando así en un círculo vicioso del que es difícil salir.


    ¿Cómo afecta a los sentimientos?


     El estado de ánimo se vuelve triste, abatido o desesperado. Puede haber gran ansiedad o eliminación casi completa de los sentimientos hacia otras personas, incluyendo la familia. Si esto se produce, se generan grandes sentimientos de culpa que sólo consiguen empeorar la depresión.



    TRATAMIENTO


     El 96% de los casos de las depresiones del tipo aquí descrito tiene un tratamiento satisfactorio si es tratada a tiempo o si hay una buena disponibilidad.  Mucha gente cree que puede salir de la depresión sin ayuda, y en algunos casos así es aunque son los menos y la probabilidad de recaídas es alta. 

     


    El tratamiento más efectivo es el que abarca a la vez los pensamientos (ofreciendo una  manera efectiva de combatir los pensamientos irreales que surgen), las conductas (buscando nuevos reforzadores y recuperando los antiguos) y  los sentimientos (eliminando la ansiedad, los síntomas físicos, la baja autoestima, la culpabilidad y, por supuesto, la tristeza). Sin embargo el tratamiento de la depresión es bastante largo (como media podría hablarse de un año), período que se acorta si es cogida a tiempo. Por ello, el tratamiento debe ser desarrollado trabajando los tres campos a la vez, de modo que los avances en uno de ellos sirva como motivación, e impulse la mejoría de los otros hasta llegar a la eliminación completa de la depresión.


     

    Un último apunte respecto a la depresión es su cercanía al suicido. La mayor parte de los deprimidos no llegan nunca a cometer suicidio, aunque un alto porcentaje sí se lo llega a plantear. Si el deprimido comenta con sus familiares cosas como "sería mejor desaparecer", "estaría mejor muerto", "pronto dejaré de ser una molestia para vosotros"... o tiene conductas tales como regalar sus pertenencias más valiosas, tiene un período de euforia sin causa después de una fuerte depresión..., no hay que tomarlo como una manipulación o una manera de "llamar la atención" y debe ser llevado a un psicólogo con urgencia ya que hay posibilidades de que se esté planteando el suicidio y poder así prevenirlo.


    CenPsiSa

    Mª Isabel García Medina 

    Psicóloga Colegiada Nº: M-11045

  • Depresión en niños y adolescentes

    Hoy en día, la mayoría de las personas aceptan que la depresión es una enfermedad real, no algo “que los enfermos se inventan para llamar la atención”. También se empieza a conocer la depresión en adolescentes, sin embargo, muy poca gente ha oído que la depresión también puede darse en niños y niñas desde muy corta edad.


     

    Aproximadamente 5 de cada 100 niños/as y adolescentes padecen depresión en algún momento de su vida. Y hay un dato aún más preocupante ya que la depresión y el suicidio mantienen una estrecha (pero no obligatoria) relación, y es que en algunos países con Estados Unidos o Francia, el suicidio ha llegado a ser la tercera causa de muerte entre chicos y chicas de 10 a 24 años.


     

    Además del poco conocimiento que existe sobre el tema, nos encontramos con una segunda dificultad para que los padres o profesores o incluso amigos se den cuenta de que esa persona está pasando por una depresión, y es que, la depresión en la infancia y la adolescencia no se manifiesta igual que en las personas adultas.

     


    Los síntomas pueden ser (y bastaría con que se diesen un par de ellos pero de modo persistente para tener sospecha de la ocurrencia de un episodio depresivo): 


    Tristeza persistente, lloriqueo y llanto profuso.

    Desesperanza.

    Pérdida de interés en sus actividades favoritas; o imposibilidad para disfrutar de las actividades que antes disfrutaba.

    Aburrimiento persistente y falta de energía.

    Aislamiento social y/o pobre comunicación.

    Baja autoestima y fuerte culpabilidad.

    Sensibilidad extrema hacia el rechazo y el fracaso.

    Aumento en la dificultad de relacionarse, coraje u hostilidad.

    Dificultad en sus relaciones.

    Quejas frecuentes de enfermedades físicas, tales como dolor de cabeza o estómago.

    Ausencias frecuentes de la escuela y deterioro en los estudios.

    Pobre concentración.

    Cambios notables en los patrones de comer y de dormir.

    Pensamientos o expresiones suicidas o comportamiento autodestructivo (drogas o  alcohol).

    Hablar o tratar de escaparse de casa.

     


    Otro problema añadido es que estos niños y adolescentes no siempre parecen estar tristes, aunque algunas veces lo admiten si se les pregunta directamente. Además, los cambios rápidos de humor son propios de algunos períodos de la adolescencia, por lo que diferenciar entre lo que es normal y lo que es patológico se convierte en una dura tarea. Algunos padres creen que lo único que buscan es llamar la atención y eso dificulta aún más su relación con sus hijos/as. 

     


    Además, este tipo de depresión tampoco es constante sino que pueden darse pequeños periodos de alta infelicidad, combinados con periodos de normalidad emocional (o por lo menos con periodos sin síntomas patológicos), así pues, lo que un día parece no tener solución, puede haberse olvidado la semana que viene. Otro detalle a tener en cuenta es que, sobre todo en el inicio de la adolescencia, se sienten muy inseguros, y esta misma inseguridad les hace ser muy susceptibles a las influencias que ejercen sobre ellos el entorno, adaptándose a ellas. Por eso, pueden comportarse de modo completamente distinto en su casa que con sus amigos, en el instituto...



    Como conclusiones cabría destacar que:


    Este es un periodo en el que es muy difícil distinguir la patología de la realidad debido a la delgada línea que separa los síntomas patológicos de los normales.

    Se produce un estado de alta inestabilidad emocional que puede no ser

    constante y darse en períodos de tiempo determinados.

    Los síntomas pueden darse en un determinado contexto social y no en otros.

    Los factores predisponentes pueden ser haber perdido a alguno de los padres, tener problemas académicos,  tener problemas de adaptación o comunicación (con los padres o compañeros), haber sido objeto de abuso sexual, el abuso de sustancias tóxicas, sufrir o haber sufrido exposición a violencia familiar, etc.

    Si en este periodo se produce una depresión y es tratada adecuadamente no tienen porqué producirse mayores consecuencias en un futuro.

     


    CenPsiSa

    Mª Isabel García Medina

    Psicóloga Colegiada Nº: M-11045

  • La Relajación

    La relajación es un proceso psicofisiológico, es decir, en ella intervienen dos factores, el psicológico (la persona debe sentirse subjetivamente tranquila), el fisiológico (es decir, sensación de baja tensión muscular y que no se den reacciones corporales de ansiedad como taquicardias, respiración dificultosa, etc.). Además la persona, para estar relajada no debe estar en movimiento (para facilitar dicha falta de tensión muscular).

     


    La mayor parte de las personas conocen la Relajación Progresiva (método de Schultz) pero  hay otro método algo menos conocido, y que puede ser realizado (después de un pequeño entrenamiento) en casi cualquier lugar. Es el método de Relajación Progresiva de Jacobson. Este método se basa en la contracción-relajación de todos los grupos musculares de una persona de manera que, la propia persona, a base de entrenamiento consigue diferenciar los niveles de tensión en cada grupo muscular e inducírselos ella misma. Hago hincapié en la importancia del entrenamiento, ya que, tanto el aprendizaje de la relajación como el de cualquier otra habilidad (p.ej. montar en bicicleta, nadar...) requiere un tiempo de aprendizaje para ser realizada correctamente y ser efectiva.

     


    Así pues, la persona debe apretar cada grupo muscular, tenerlo unos segundos apretado (5-10 seg.) y soltarlo después. Los grupos y el orden de contracción son:

     


    Apretar fuertemente el puño derecho (o izquierdo si se es zurdo), y soltar después. 

    Bíceps del mismo brazo (elevando los codos y apretándolos).

    Lo mismo pero con el otro brazo.

    Músculos de la frente (apretarlos y que salgan arrugas en ella).

    Ojos y nariz (apretar los ojos y arrugar la nariz).

    Carrillos y mandíbula (apretar los dientes y sonreír al mismo tiempo).

    Cuello (llevar la barbilla hacia el pecho e intentar levantar la nuca al mismo tiempo).

    Pecho (juntar las palmas de la mano frente al pecho y apretar una contra otra).

    Hombros (intentar juntar los omóplatos).

    Espalda (imaginar que algo o alguien le tira de los hombros hacia arriba).

    Abdomen (meter o sacar el estómago tanto como se pueda).

    Glúteos (elevar la pelvis tanto como sea posible sin levantarse del asiento).

    Muslos (levantar los pies unos centímetros del suelo paralelos al suelo).

    Pantorrillas (tirar de los dedos hacia arriba primero y hacia abajo después, es decir, hacia la cabeza y el suelo).

    Pies (estirar los dedos o curvarlos al máximo pero sólo  ó 5 seg.).

     

    La persona ha de ir fijándose durante la relajación en la diferencia percibida entre los músculos relajados y los que aún no lo han sido. 

     


    La relajación puede complementarse con una respiración profunda cada vez que se termine un grupo muscular. Esta respiración la comentaré en el próximo artículo, así como la segunda parte de éste método.


     

    Y por último, para poder se entrenada eficazmente, la persona que desea aprender a relajarse debe entrenar esta primera parte por lo menos una vez al día (aunque sería mejor dos, con un tiempo intermedio de por lo menos tres horas) todos los días durante, como mínimo  una semana.


    CenPsiSa

    Mª Isabel García Medina

    Psicóloga Col. Nº: M-11045 


     

    La Relajación  II

     


    Como comenté en el artículo anterior, la relajación es una práctica muy beneficiosa, pero si no se hace con una cierta asiduidad, no resulta todo lo efectiva que sería deseable. 


     

    Existen muchos métodos rápidos y fáciles de aplicar, estos pueden ser tan sencillos como frotar un peine sobre los dedos de forma ascendente (de la uña a la muñeca) por arriba y por abajo, tantas veces como se quiera. También son conocidas las pelotas de relajación (pequeñas pelotas rellenas de arroz o harina o cualquier otra sustancia) a las cuales sólo hay que apretar con las manos un cierto tiempo al día para notar los efectos relajantes. 


     

    Sin embargo las técnicas más conocidas son las que se basan en la autosugestión de las sensaciones de relajación. 


     

    Hay muchas versiones de las técnicas de relajación autoinducida, aquí voy a exponer una de ellas, pero las demás son igualmente válidas.  


     

    Lo primero que necesitaremos es un lugar tranquilo, con poca estimulación exterior, es decir, que no haya ruidos o luces fuertes, que la temperatura sea agradable... Es aconsejable también una música de fondo agradable y relajante, así que será mejor dejar para otro momento el último CD que nos hemos comprado, ya que será fácil que la mente se distraiga con las canciones. La ropa también debe ser cómoda y holgada. 

     


    Será muy importante repetir las frases mentalmente muchas  veces, con ello se consigue concentrar la atención y no distraerse, y mejorar las sensaciones percibidas.

     


    La postura también debe ser adecuada (tumbado o sentado, pero agradablemente). 



             La última recomendación sería no tener algo muy importante que hacer después, para evitar las prisas en el desarrollo de la relajación; ¡ya tendremos tiempo de usarla justo en esos momentos cuando la controlemos mejor!.

     


    Así pues, después de cerrar los ojos, debe repetirse la frase “El brazo derecho me pesa mucho” y “Estoy completamente tranquilo”. Esto hay que repetirlo varias veces y pasar al otro brazo. Después a cada parte del cuerpo (cabeza, cuello, tronco, piernas y pies). Esta fase facilita la relajación muscular. Una vez sienta pesado todo el cuerpo, debe pasar a la siguiente fase.


     

    Repetirse “El brazo derecho está caliente” además de las dos frases anteriores e irlo generalizando a las demás partes del cuerpo. Este ejercicio facilita la relajación vascular.

     


    La respiración profunda puede irse alternando con respiraciones normales a lo largo de todo el ejercicio. Recuerde que la respiración profunda se basa en la utilización de toda la capacidad pulmonar para expulsar así todo el aire viciado que hay en los pulmones y oxigenarlos completamente. Así pues, debe intentar introducir el aire respirando por la nariz y sacando estómago al mismo tiempo, una vez hecho esto seguir intentando introducir más aire  pero elevando los hombros. Notará entonces cómo todo el aire sube hacia el pecho. Aguantar la respiración unos segundos, abrir después la boca y dejar que el aire salga poco a poco, no lo expulse y notará de inmediato una sensación de bienestar. Puede notar también una pequeña sensación de mareo que pasará inmediatamente y no es en ningún modo perjudicial. 

     


    Una vez que su cuerpo esté relajado (lo sienta pesado y caliente) puede intentar visualizar un lugar agradable para usted y disfrutar de la sensación. El “ver” durante la relajación una escena puede resultar difícil para algunas personas por lo que hablaremos de la visualización en otro artículo.


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    Mª Isabel García Medina

    Psicóloga Col. Nº: M-11045

  • Los Tics nerviosos

    ¿Qué es un tic?


    Se podría definir un tic como un movimiento corporal o una producción fónica (decir algo), que es involuntario, dura muy poco tiempo, ocurre de repente, se repite de modo constante, aunque no tiene porqué llevar un ritmo concreto, y tiene siempre la misma forma (en la persona que lo sufre). 

     

    La persona que padece un tic lo vive como algo a lo que no puede resistirse, aunque en algunas ocasiones puede controlarlo durante minutos e incluso horas. Sin embargo, cuando ese tiempo pasa el tic vuelve a aparecer en mayor frecuencia e intensidad incluso que antes de ese periodo. 


    Existen diferentes  grados de gravedad en los tics, que van desde los tics transitorios hasta el conocido Síndrome de Tourette, el más grave.

     

    Cuando hablo de que los tics no son voluntarios quiero decir que, aunque pudieron iniciarse voluntariamente o puedan ser realizadas para aliviar una sensación molesta, la persona que los sufre puede no darse cuenta de que los está realizando (por muy increíble que pueda parecerle a sus familiares o amigos), y cuando los detecta, desea no realizarlos pero no puede controlarse. 

     

    Algunas personas, y sobre todo cuando el tic lleva años con ellas, pueden llegar a notar algunas sensaciones que pueden preceder al tic, así suelen racionalizar que, por ejemplo, se rascan, porque les pica la cabeza o se muerden las uñas porque sienten un hormigueo en la punta de los dedos... La diferencia entre un tic y una compulsión es que esta última se realiza como consecuencia de una obsesión  (para que deje de producir ansiedad) o para evitar una consecuencia desagradable, no así el tic, que puede provocar ansiedad si no se realiza, pero es la realización en sí la que elimina la ansiedad. 

     

    La frecuencia e intensidad también suele ser variable incluso a lo largo del día. Suelen empeorar a última hora de la tarde, pero también cuando la persona está cansada, enfadada, tiene ansiedad o estrés, cuando está rodeada de familiares o amigos íntimos, cuando se encuentra solo, cuando está esperando la ocurrencia de un evento tanto agradable como desagradable.Disminuyen también durante el sueño y se reducen en presencia de extraños o cuando la persona está realizando  una actividad en la que requiera mucha concentración pero sea agradable para él, por ejemplo, tocar un instrumento.



    Hay diferentes tipos de tics:  


    Los tics motores simples, por ejemplo: guiño de ojos, parpadeo, sacudidas de cabeza u hombros, contracción de la nariz o la frente, etc.

    Los tics motores complejos implican varios grupos musculares, por ejemplo: golpearse a sí mismo o a los otros, cooperaría (hacer gestos considerados obscenos), pellizcarse o la piel o un grano, llevarse el pelo hacia atrás, morderse los labios, etc.

    Tics fónicos simples: es decir, generar sonidos rápidos y sin sentido: gruñidos, cambios de tono o velocidad... por ej. Toser, escupir, aclararse la garganta, chasquear, sorber por la nariz...

    Tics fónicos complejos: expresar palabras o frases: por ejemplo la utilización de “coletillas”, repetir el último sonido, palabra o frase de otra persona, etc.

    La causa de los tics aún no está clara, Parece que puede haber una base genética, pero sobre todo parece haber una importante base de aprendizaje vicario, es decir, de aprendizaje por observación del medio que le rodea al aparecer la ansiedad. 

     


    El tratamiento psicológico más efectivo parece ser el enseñarle primero a relajarse y a poner en marcha estrategias de adaptación al estrés o a las situaciones que empeoran el tic, buscar una reacción incompatible  con la respuesta de tic, práctica controlada de esa reacción incompatible y ensayo del control de los tics hasta su completa  generalización a todas las situaciones de la vida cotidiana. En un tratamiento psicológico, siempre es muy importante el apoyo social y la exhibición de la mejora ante personas que le han estado viendo con el problema durante tiempo, lo que le seguirá ayudando a esforzarse por controlarlo hasta que se automatice completamente y no le suponga ya un esfuerzo. 

     

    Hay que terminar comentando que el tratamiento de los tics nerviosos suele ser de los más rápidos y efectivos.


    CenPsiSa

    Mª Isabel García Medina

    Psicóloga Col. Nº: M-11045

  • Trastorno de Ansiedad Generalizada (TAG)

    La característica principal del Trastorno de Ansiedad Generalizada (TAG) es una preocupación excesiva por situaciones que suelen referirse a circunstancias de la vida diaria tales como faenas domésticas, economía familiar, llegar tarde a un sitio o a una cita, etc. (estas preocupaciones suelen estar presente en todas las personas sin TAG, pero no tan exageradas).


    La preocupación principal puede desaparecer, pero entonces aparece otra de igual intensidad. Todo esto viene acompañado por una fuerte ansiedad. Esta preocupación se presenta como una cadena de pensamientos e imágenes junto con sentimientos negativos y que se hace difícil controlar. La persona que las sufre siente que si ocurre eso que le preocupa no podrá controlarlo. Sin embargo, no puede alcanzar una solución, tomar una decisión o llevar a cabo una actuación decisiva y vivir así con una relativa tranquilidad. 



    Hay tres tipos de preocupaciones:


    Problemas inmediatos basados en situaciones reales que pueden ser modificados, p. ej. forma de vestirse, cómo relacionarse, discusiones, etc.

    Problemas inmediatos basados en la realidad y que no pueden ser modificados, p. ej. accidentes de un ser querido, violencia en el mundo, etc.

    Problemas muy improbables que no se basan en la realidad y que, por lo tanto, no pueden ser modificados, p. ej. posibilidad de arruinarse cuando no hay dificultades económicas, preocupación por caer enfermo cuando no existen problemas de salud, etc.

     

    Los síntomas físicos de la ansiedad suelen ser: inquietud, tensión, irritabilidad, dificultades de concentración, trastornos del sueño, fatiga, temblores, sudoración, dificultad para tragar, boca seca, etc. 


    Esta preocupación, la ansiedad o los síntomas físicos, producen un malestar muy importante o un deterioro social o laboral también importante.

     

    La mayor parte de los sujetos que padecen TAG comienzan en la infancia y adolescencia a padecerlo, aunque también hay quien empieza después de los 20 años.Alrededor del 65% de las personas que sufren TAG son mujeres, pero en cuanto a % de la población general, parece que puede oscilar entre el 2% y el       5´5%.


    La mayor parte de las personas que sufren TAG suelen tener otros problemas asociados tales como depresión, agorafobia, fobia social, trastornos de pánico, obsesiones y compulsiones, dependencia de alcohol u otras sustancias, etc.


     

    Cuando las personas que sufren TG se preocupan, utilizan dos modos de afrontamiento: Vigilancia o “estar constantemente alerta” (que disminuye la incertidumbre pero aumenta la activación emocional) y la Evitación (que tiene el efecto contrario). Las personas usan uno u otro cuando aparece la “amenaza”. Así pues, los resultados son un empleo inadecuado de la solución de problemas, una excesiva preocupación que le impide pensar en otras cosas y el mantenimiento de la preocupación.


    Las personas que sufren TAG creen que las preocupaciones son útiles, porque:

     

    Creen que preocuparse disminuye la probabilidad de que ocurra lo que temen, al igual que una superstición.

    Creen que preocuparse les ayuda a descubrir medios de evitar lo que temen.

    Preocuparse de ello les ayuda a no preocuparse de otras cosas que pueden provocar un mayor daño emocional, como traumas pasados...

    Creen que preocuparse por algo negativo les ayuda a prepararse por si realmente ocurriera.

    Pueden incluso usarlo como motivación, es decir, preocuparse les ayuda a hacer lo que tienen que hacer. 


    También pueden darse conductas para reducir o prevenir la ansiedad tales como no leer periódicos, llamar al marido al trabajo para ver si está bien, no acostarse hasta que llegan los hijos de su salida un sábado por la noche, no gastar dinero, etc.


     El tratamiento del TAG se basa en la reducción de la tensión que lo acompaña por medio de diferentes técnicas de relajación y control emocional; junto con el enfrentamiento a las preocupaciones excesivas e incontrolables a través del conocimiento de los errores que se producen en el desarrollo de esa preocupación, la exposición misma a la preocupación (es decir, enfrentar realmente o en imaginación la persona a lo que teme y ver cuales podrían ser las consecuencias reales, cómo lo afronta...).


    Debe recordarse que el hecho de pensar que se tiene que enfrentar genera más ansiedad incluso que el propio enfrentamiento. Así pues, debe prevenirse también la evitación controlada y pautada de lo temido para que la exposición sea completa. 


     Otros puntos a aprender son: una buena  organización y planificación de su tiempo,  y unas técnicas de solución de problemas para que puedan ir resolviendo los que le vayan surgiendo.


     Por último, comentar que a pesar de lo sencillo que podría parecer  la solución del problema (sobre todo a los familiares y amigos de la persona que padece un TAG): “no darle tanta importancia, que no es para tanto”, “son tonterías, sólo hay que dejar de pensarlas”, etc., suele ser un trastorno un tanto complejo de tratar debido a su propia etiología, es decir a la cierta probabilidad de que esos sucesos que tanto teme lleguen a ocurrir (aunque la probabilidad de que eso ocurra es muchísimo menor de lo que ellos creen).


    CenPsiSa

    Mª Isabel García Medina 

    Psicóloga Colegiada Nº: M-11045

  • Las Obsesiones y las Compulsiones o las "Manias"

    ¿Nota Vd. que se preocupa por cosas que escapan a su control?


    ¿Piensa constantemente en algo que le ha sucedido o que podría sucederle? ¿le resulta difícil detener estos pensamientos por mucho que lo intente?


    ¿Se siente molesto cuando las cosas que le rodean no son perfectas?


    ¿Advierte que repite tareas una y otra vez sin motivo?


    ¿Reiteradamente busca en familiares y amigos reafirmación para estos pensamientos o acciones?

     


    Si es así, probablemente esté Vd. sufriendo lo que en psicología se conoce como obsesiones o compulsiones.

     


    Aunque casi todo el mundo sabe lo desagradables que pueden ser las preocupaciones incesantes (por ejemplo, irse de vacaciones sin estar seguro de haber cerrado un grifo, o la llave del gas...), estas preocupaciones desaparecen al poco tiempo (por ejemplo, diciéndose a sí mismo que lo ha hecho o pidiendo a un amigo que lo compruebe) o pueden durar incluso un día, pero luego desaparecen y no vuelven a aparecer. Esas preocupaciones causan tristeza o ansiedad pero el contenido en sí varía de un día a otro. Sin embargo, las obsesiones son preocupaciones relativamente estables. Esos pensamientos, imágenes o impulsos de hacer algo aparecen repetitivamente y provocan gran ansiedad, alarma, miedo e incluso vergüenza.


     

    Lo que suele ocurrir es que la persona que sufre alguno de estas las sufre de modo repetitivo y sufre por ello una fuerte angustia. Cuando estos sentimientos surgen, la persona intenta conseguir alivio a esas sensaciones, aunque sea por poco tiempo, por lo que realiza determinados comportamientos o pensamientos para obtener alivio. Estos se llaman compulsiones o rituales y  pueden ser algo pequeño, y en principio poco molesto como comprobar la llave del gas, o tan agobiantes como lavarse las manos 50 veces al día, colocar los objetos en un orden exacto, etc.


     

    Estas compulsiones hacen que la angustia disminuya temporalmente, pero cuando vuelve a aparecer el pensamiento, la persona "ya sabe lo que tiene que hacer" para disminuir la angustia, es decir, realizar el ritual, lo que genera a su vez angustia y autocrítica... así que, como puede verse, el círculo vicioso está ya instaurado.

     


    Por lo tanto, las obsesiones son los pensamientos, imágenes o impulsos que la persona siente y qué ella misma considera absurdas, repugnantes o inaceptables e intenta rechazarlas. Hacen que la persona que las siente tenga gran ansiedad o malestar y quiera neutralizar esa obsesión o sus consecuencias.



    Las compulsiones son las conductas que el sujeto hace para neutralizar las obsesiones en sí o dichas consecuencias. Las compulsiones a veces reducen la ansiedad y otras veces la persona aún se siente nerviosa pero cree que lo estaría aún más si no realizase dicha conducta.

    .


    Otro tipo de "compulsión"  son las conductas de evitación, en las que la persona evita estar cerca de la situación que le genera ansiedad o el pensamiento obsesivo con el fin de no tener que sufrir dicha angustia o de no tener que realizar el ritual que lo neutralice. Sin embargo, la evitación también genera ansiedad e incluso culpabilidad si la persona no puede realizar dicha conducta. Por ejemplo, una madre que teme hacer daño a su hijo pequeño puede evitar estar a solas con él, por lo que probablemente se sentirá una "mala madre", con la consiguiente subida de ansiedad y el empeoramiento de la obsesión.

     


    Las obsesiones y compulsiones más comunes son:


     

    Ideas de contaminación: pensamientos de contagiarse o contagiar a otros por contacto con sustancias que pueden ser peligrosas (suciedad, gérmenes, sangre, personas enfermas, venenos, radiación...). Las compulsiones más normales son las de lavado de manos, lavado de ropa, limpieza obsesiva de la casa, etc. Las conductas de evitación pueden ser no salir de casa, evitar el contacto con personas que puedan haber tenido contacto con esas cosas, etc. 


    Ideas de violencia física: pensamientos de hacer daño a una persona (generalmente a una persona por la que se siente mucho afecto), que se lo hagan a ella o hacérselo ella misma. Las compulsiones más comunes son comprobar que no ha producido ningún daño, preguntar, etc. Y las conductas de evitación suelen ser: evitar estar solo con las personas que puede herir, no tener cuchillos de metal, etc.

     

    Obsesiones sobre daños accidentales: miedo a una explosión de gas, a un accidente de tráfico, a un robo... Las compulsiones pueden ser de comprobación, es decir, examinar puertas, llaves de gas, llamar a la policía, etc.

     


    Obsesiones en cuanto al orden: pueden ser colocar las cosas en un determinado orden, hacer una tarea de una forma determinada...

     


    Otras obsesiones también pueden ser: Contar cosas, repetir algo un número determinado de veces, tonadillas musicales, acumular cosas (por si en un futuro necesitasen usarlas), hacer las cosas con una lentitud extrema, pensamientos acerca de la muerte, preocupaciones sexuales, preocupaciones o pensamiento religiosos, etc.


     

    CenPsiSa

    Mª Isabel García Medina

    Psicóloga Col. Nº: M-11045


             


    LAS OBSESIONES Y LAS COMPULSIONES O "LAS MANÍAS" I I:


    Como comenté en el artículo anterior sobre obsesiones y compulsiones, éstas son preocupaciones incesantes y estables que provocan gran ansiedad a la persona que las sufre y puede por ello tener la necesidad de realizar una o varias acciones para contrarrestar esa ansiedad o para evitar esa obsesión.

     


    Además de obsesiones con  rituales compulsivos, se pueden dar también  obsesiones sin que haya rituales e incluso una lentitud excesiva sin rituales visibles.

     


    La lentitud excesiva sin rituales visibles se da sobre todo en hombres, aunque generalmente lo que hay detrás son rituales obsesivos, es decir, la persona realiza complejos  pensamientos o controles mentales para "realizar mejor" dicha tarea, por ejemplo, puede repetir mentalmente la secuencia que acaba de realizar hasta que considere que no ha cometido ningún error. Algunas personas no pueden dar razón alguna que explique la lentitud. De todos modos, esa lentitud es selectiva, es decir, la persona puede tardar horas en realizar una determinada actividad y conducir o cocinar a un ritmo normal, por ejemplo.



    Hay mucha gente que tiene hábitos de comprobación, de contar determinadas cosas o de lavar algo un número determinado de veces (se estima que alrededor del 80% de la población normal), aunque los casos que pueden considerarse con necesidad de tratamiento pueden ir desde el 1´8 al 2´5% de la población. Por lo tanto, la diferencia es meramente cuantitativa, al igual que cualquier problema de ansiedad. Es decir, si sufre de síntomas que considera excesivamente molestos o desagradables, si cree firmemente que alguno de sus temores más angustiantes se harán realidad y/o pasa dos o más horas al día (si sumase todos los pequeños momentos que dedica a su obsesión o a su compulsión al cabo del día), debería acudir a un profesional especializado.

     


    No todas las personas que sufren este trastorno se dan cuenta de la irracionalidad de los pensamientos que sufren, pero la mayoría de ellas sí lo hacen, aunque a pesar de considerarlo irracional no pueden evitar que les provoque ansiedad.

     


    La edad de inicio generalmente se sitúa en la adolescencia o al inicio de la vida adulta, pero también se han identificado casos en niños de 5 y 6 años (aunque repito que no es lo más común). Y se da algo más frecuentemente en mujeres que en hombres.


               

    Hay personas que realizan conductas repetitivas pero no sufren este trastorno, por ejemplo, comer en exceso, el juego patológico, la urgente y firme necesidad de perder peso... La diferencia entre ellos está en que mientras estas conductas producen placer cuando las realiza o las consigue (aunque intente evitarlas por sus efectos secundarios), las compulsiones son realizadas para eliminar la ansiedad, no porque produzcan placer en sí mismas.

     


    Este trastorno suele ir acompañado de depresión. Unas veces la depresión provoca tal estado de angustia  que ayuda a la aparición de pensamientos obsesivos, y estos a su vez hacen que aparezcan las compulsiones. En otras ocasiones, la persona que sufre un trastorno obsesivo-compulsivo  ocupa varias horas al cabo del día en ejecutar sus "rituales" y está en un estado permanente de ansiedad ya que el pensamiento no deja de aparecer de modo repetitivo y con él la angustia, la necesidad de "hacer algo" que reduzca dicha ansiedad (aunque sólo la reduce o la impide que aumente de forma momentánea). Esta sensación de indefensión hace que vean su futuro cada vez peor y sin ninguna posibilidad de mejoría y comienzan a sentirse cada vez más deprimidos.

     


    Para finalizar quiero hacer hincapié en que los pensamientos intrusivos ocurren con mayor frecuencia cuando la persona está bajo estrés, con altos niveles de ansiedad y/o humor depresivo.


     

    TRATAMIENTO: 


    De todas maneras hay que saber que cerca del 23% de los casos remiten con el tiempo sin necesidad de tratamiento, estos suelen ser los casos menos severos. El 77% restante no mejora sin ayuda, por lo que, por su propio curso, suele empeorar.


     


    En general, es un trastorno con solución, aunque los casos muy severos pueden no remitir del todo, por ello es conveniente acudir a un especialista lo antes posible para evitar la cronicidad del problema. 


    El tratamiento más efectivo es el cognitivo-conductual, y se basa en:


    Que la persona esté decidida a terminar con el problema ya que: merece la pena cambiar, debe aceptar ayuda (ya que sola lo ha intentado y no ha sido capaz), además de que en pocas semanas puede ver el resultado, por lo que puede intentarlo y si no le es efectivo, dejarlo.

    Pensar que los contenidos de las obsesiones son irracionales.

    Saber que ritualizar y hacer respuestas de evitación no es la única manera de eliminar o disminuir la ansiedad y que hay otras medidas que puede aprender.


    Aceptar que se están teniendo las obsesiones y no intentar rechazarlas. Soy consciente de que esto es, con mucho, la parte más difícil, y por ello debe ser realizado con ayuda de un profesional especializado.

     


           CenPsiSa

           Mª Isabel García Medina

      Psicóloga Col. Nº: M-11045 

  • Los Miedos y la Fobias

    Las fobias son un temor irracional a uno  o varios objetos o situaciones específicas que provocan en la personal que las padece una conducta persistente de evitación, es decir, la persona evita el contacto o la cercanía con el objeto o la situación temida.

     


    El temor va acompañado de una fuerte ansiedad (que llega incluso al pánico) que la persona sufre cuando se enfrenta a ello, sin embargo, generalmente se dan cuenta de que esas respuestas emocionales son irracionales y exageradas.

     


    Hay muchísimas situaciones, objetos o actividades que pueden relacionarse con una enfermedad fóbica, pero se pueden clasificar en tres categorías principales: Fobia Específica, Fobia Social y Agorafobia. Aquí hablaré únicamente de la Fobia Específica.

     


    Los niños pueden sufrir fobias o miedos determinados, según su edad, p.ej. miedo a separarse de la madre, a la oscuridad, a los extraños ..., que en la mayor parte de los casos evolucionan con normalidad y desaparecen al cabo del tiempo; si no es así, se mantendrán incluso en la edad adulta. En los niños, la ansiedad asociada  a la fobia puede presentarse como llanto, "berrinches", abrazos a los padres e inhibiciones (dejar de hacer cosas que antes hacían).

     


    Las fobias más comunes en la edad adulta son: fobia a determinados animales (serpientes, cucarachas...), a situaciones (alturas, aviones...), a características del ambiente (suciedad, tormentas...) y a lugares o situaciones que tengan que ver con la enfermedad o la sangre (hospitales, inyecciones...). Aunque, como he  dicho, hay muchas otras fobias, que aunque menos comunes, no por ello dejan de ser importantes.


     

    La fobia se desarrolla porque, en un momento dado, la persona vive (real o imaginariamente) una situación relacionada con ese objeto o situación que le resulta extremadamente desagradable, A partir de ahí, cada vez que se aproxima a una situación u objeto parecido, experimenta las mismas sensaciones desagradables (incluso mayores que la primera vez). La persona intenta evitarlo y sólo lo consigue escapando de la situación o del objeto temido. Cuando esto ocurre, se relaja y se siente mejor, por lo cual, la próxima vez, intentará no enfrentarse, y evitará el contacto para "prevenir" la ansiedad. Entonces (y si la ansiedad que genera es lo suficientemente alta) podremos decir que está instaurada la fobia.


     

    La eliminación conductual de la fobia suele ser sencilla. Se basa en el acercamiento progresivo a la situación u objeto temido estando relajado. Así, si por ejemplo, una persona tiene fobia a las serpientes, generalmente evita cualquier cosa que pueda recordárselo, desde un bolso de piel de serpiente, hasta una culebra de goma. Si consigue tocar estando relajada el objeto que menos ansiedad le produce, se sentirá con ánimos para tocar otro que le genere más ansiedad que el objeto anterior (aunque no sea mucha), y así sucesivamente. 

     


    Otra forma de eliminación, desde el EMDR, se basa, como siempre, en el procesamiento del trauma que provocó dicha fobia, y generalmente, si es un trauma simple, la eliminación por esta metodología es fácil y muy rápida.



    De todas maneras, y para terminar. Comentaré que prácticamente todas las personas tienen algún tipo de miedo exagerado a algún objeto o situación. Sin embargo, normalmente no es necesario su tratamiento siempre que no sea incapacitante o le produzca una reacción de ansiedad exagerada que la persona perciba como muy desagradable. Por ejemplo, si una persona en España tuviese miedo a los elefantes, en general no sería un problema importante en su vida diaria, a no ser que trabajase como su cuidador en un zoológico. Pero, si ésta misma persona se fuese a vivir a la India, tendría un grave problema, ya que allí se los encontraría frecuentemente por las calles.  


    Un último comentario es que las fobias son normalmente el problema más fácil de eliminar en psicología y el que tiene un menor tiempo de tratamiento.



    CenPsiSa

    Mª Isabel García Medina


    Psicóloga Col. Nº: M-11045 

  • El Trastorno Bipolar

    El  trastorno bipolar es un problema poco conocido por la sociedad en general, probablemente porque es difícil de diagnosticar. En la actualidad, está apareciendo un número creciente de casos, sobre todo en gente  joven, relacionados con el consumo de drogas tipo éxtasis.


     


    Una persona con T. Bipolar suele acudir a consulta por un estado depresivo muy profundo, que se inició, generalmente, sin una causa aparente o ante una causa no proporcionada a ese estado.  Sin embargo, cuando profundizamos en el problema, nos encontramos con que la persona ha sufrido, por lo menos un episodio de irritabilidad o euforia extrema y mantenida en el tiempo. En general, las personas que lo sufren como euforia son extremadamente felices durante este tiempo, e incluso, lo que solicitan del terapeuta es que les ayude a encontrarse así todo el tiempo. En ocasiones, incluso buscan esa felicidad ellos mismos a través de drogas de cualquier clase, por lo que el problema empeora claramente.


     


    Durante el período de euforia (período maníaco o hipomaníaco) pueden darse los siguientes síntomas: autoestima exagerada o grandiosidad, disminución exagerada de la necesidad de dormir, habla incrementada y generalmente muy rápida, sensación de que el pensamiento está acelerado y/o fuga de ideas, distraibilidad, hiperactividad (incremento exagerado e intencionado de la actividad) y/o agitación psicomotora, e implicación excesiva en actividades placenteras que tienen un alto potencial para producir consecuencias graves (p. ej. compras compulsivas, inversiones económicas también impulsivas, indiscreciones sexuales...). Cuando el sujeto se encuentra “bien”, ninguno de estos síntomas aparece. En otras ocasiones, la persona no tiene sensación de felicidad extrema, sino de irritabilidad y la gente suele decir de ellos “que tienen mucho temperamento”.


     


    Hay que destacar que este periodo puede distinguirse de la felicidad en que, sobre todo, el estado de ánimo no se normaliza, es decir, una persona que está alegre por algo, incluso durante el período que lo está celebrando, normaliza su estado de ánimo en algún momento (se tranquiliza) y una persona con un episodio maníaco o hipomaníaco, no lo hace. Puede diferenciarse también de la felicidad en que la persona que lo sufre pierde la capacidad de juicio; en que su inicio, al igual que el del estado depresivo, no tiene una causa aparente o proporcionada a ese estado;  y, sobre todo, hay ciclos de alternancia entre la más profunda de las depresiones y la más absoluta alegría (aunque pueden darse muy separadas en el tiempo).


     


    En algunas personas, los períodos de subida y bajada pueden durar varios meses y mantenerse también varios meses de “normalidad” entre ellos. Sin embargo, en otras personas, los cambios pueden darse varias veces en una semana, incluso varias veces en un mismo día.


     


    Por todo ello, es importante que las familias que tienen un miembro que sufre un trastorno bipolar conozcan la existencia de este problema y acudan a un profesional que les asesore, ya que familiarmente, tener una persona así en casa es muy desestabilizante y produce un gran esfuerzo emocional.


     


    El tratamiento suele ser largo en el tiempo ya que es complicado porque no sólo hay que mejorar el estado de ánimo cuando está deprimido, sino que hay que reducir el episodio de euforia, y generalmente esto es algo que les cuesta mucho admitir. Ellos preferirían estar siempre en ese estado (aunque su familia, probablemente no lo resistiría). Por eso mismo, no solamente es necesaria terapia psicológica, sino también psiquiátrica, que mantenga el estado de ánimo normalizado para poder trabajar en las habilidades necesarias para controlar, primero sus estados depresivos (y eliminar, si se producen, las ideas de suicidio) e inmediatamente después, los episodios peligrosos que suelen producirse durante la fase de “subida”.


     


    Así pues, los objetivos de tratamiento han de ser: el alivio de síntomas, el restablecimiento del funcionamiento psicológico y la prevención de recaídas.


    CenPsiSa- Centro de Psicología para la Salud


    Mª Isabel García Medina


    Psicóloga Col. Nº: M-11045 

  • El Alcoholismo

    El alcoholismo es un consumo excesivo de alcohol que conlleva una dependencia (física o psicológica) mantenida de forma prolongada en el tiempo.


     


    Así pues, el alcoholismo es una drogodependencia, y como tal, influye en la salud física y psicológica, y en la situación social, familiar y laboral.


     


    La dependencia física se puede observar cuando la persona que consume, deja de beber ya que  se produce un síndrome de abstinencia.



    El desarrollo de la dependencia tarda entre 5 y 25 años  en producirse. Las fases que se dan son: 


     


    Tolerancia: posibilidad de consumir una gran cantidad de alcohol hasta que aparecen los efectos.

    Lapsus de memoria: falta de recuerdo de momentos en los que había bebido, con alta frecuencia.

    Falta de control: la persona no puede controlar “no beber”. Lo necesita para su funcionamiento diario y aunque quiera evitarlo, no puede.

    Normalmente: complicaciones de salud.


    Síntomas de que existe dependencia


     


    Por supuesto no deben darse todos los síntomas para que pueda hablarse de dependencia, pero, cuantos más haya, mayor será el problema:



    Estos son: tolerancia al alcohol, necesidad frecuente de consumirlo, incapacidad para controlar el consumo, dar excusas para beber, ausencias de memoria después de beber, violencia asociada al consumo, deterioro de la vida familiar, social o laboral, irritabilidad excesiva, hostilidad al hablar de la bebida y de sus consecuencias, problemas de estómago, confusión, entorpecimiento y temblores, enrojecimiento de cara (sobre todo, nariz), insomnio, cansancio y agitación, alucinaciones, taquicardias, sudores, lacrimeo, desvanecimiento, problemas físicos generales...



    ¿Por qué una persona empieza a ser dependiente del alcohol?


     


    Realmente no está claro que haya una alteración bioquímica o genética, pero sí está claro que parece existir una mayor probabilidad de alcoholismo cuando hay una persona cercana que lo sufre (padre, madre, abuelos...).



     


    Lo que está claro es que los factores psicológicos influyen decisivamente en ello, estos son, ansiedad que no se sabe controlar, problemas para relacionarse socialmente, baja autoestima, falta de habilidades para solucionar problemas, etc.


     


    Hay factores sociales también influyen  decisivamente ya que en esta sociedad el consumo de alcohol está muy aceptado (e incluso reforzado, ya que casi todo se celebra con alcohol),  además, es muy fácil encontrarlo y consumirlo, y, respecto a otras drogas, es relativamente barato.


     


    Existe otro problema relacionado con el alcohol aunque menos grave que el alcoholismo, el Abuso de Alcohol. En el abuso de alcohol, hay también tolerancia al alcohol, pero no hay necesidad de ir incrementando la cantidad progresivamente, sino que existe una ingestión excesiva, pero la persona puede funcionar si no ha ingerido ninguna cantidad, es decir, no hay una compulsión a la ingesta, pero durante un período de, por lo menos un año, se han dado problemas familiares, laborales o escolares debidos al alcohol. Se han dado conductas potencialmente peligrosas bajo los efectos de esta sustancia. Se han producido situaciones de agresividad o arrestos en momentos de ingesta, y a pesar de todo ello, la persona continúa bebiendo.



    El tratamiento.


     


    El objetivo del tratamiento cuando hay dependencia del alcohol es siempre la abstinencia, ya que está comprobado que es lo único que permite la solución del problema. Sin embargo, cuando la persona está realizando un abuso de alcohol pero no existe alcoholismo se puede establecer un límite de cantidad de alcohol a ingerir.


     


    En ambas opciones, el tratamiento pasa por el aprendizaje de nuevas habilidades de solución de problemas, de control de ansiedad, de mejora de la relación de pareja o familiar, un aumento de la autoestima y, sobre todo, en técnicas de autocontrol.

     


    En la mayor parte de los casos, el tratamiento debe realizarse a la vez que un tratamiento médico que ayude a controlar la salud física y psicológica, que realice las pruebas pertinentes, e incluso, que dirija la terapia aversiva con medicación.

     


    Es necesario recordar que casi ningún alcohólico decide por sí mismo acudir a terapia, sino que es presionado por la familia que ya se encuentra en un callejón sin salida y le amenaza con abandonarle o darle de lado. Así pues, el primer paso del terapeuta será convencer al alcohólico de que lo es (siempre en un momento en que esté sobrio y sin resaca), ya que, como hemos visto, habitualmente no reconocen el problema.



    CenPsiSa


    Mª Isabel García Medina


    Psicóloga Col. Nº: M-11045 

  • La Dismorfia Corporal

    Poca gente conoce lo que es una dismorfia corporal, y sin embargo, hoy en día es un trastorno muy común sobre todo entre gente joven.


     


    Debido al culto al cuerpo que prevalece en esta sociedad, la preocupación por llegar a tener un aspecto físico perfecto se ha convertido en un problema que preocupa a un gran número  de personas.


     


    La dismorfia corporal es pues, una preocupación excesiva por algún defecto imaginado o muy leve del aspecto físico, como puede ser: nariz, altura, piel, pelo, piernas, rodilla, pecho, genitales, asimetría facial, etc. Por supuesto, estos “defectos” no son vistos por el resto de las personas, pero para ellos son absolutamente evidentes. Es decir, si se miran al espejo, la imagen que ven está distorsionada y agranda o empeora justo lo que temen ver. Hay que tener en cuenta que ellos ven ese problema como lo describen y que saben que los demás no lo ven, pero aún así para ellos sigue existiendo.


     


    Pero para que podamos hablar de dismorfia esa preocupación debe estar provocando un malestar muy importante (ansiedad, depresión...), o problemas laborales, sociales o de otras áreas. Por ejemplo, la persona puede evitar salir a la calle, ir a sitios concurridos o iluminados, hacerse fotos, etc.


     


    La mayor parte de personas que tienen este problema tienden a obsesionarse con mirarse al espejo para comprobar si esa parte de su anatomía que tanto les disgusta sigue igual, aunque algunos de ellos, a base de pasarlo mal después de hacerlo, llegan a generar una fuerte aversión a mirarse en el espejo.


     


    En muchas ocasiones buscan la solución en los quirófanos, pero como el problema no es real sino que lo perciben mal, no desaparece con una operación y, a pesar de ello, el problema se mantiene.

     


    La dismorfia corporal comparte algunos síntomas con la anorexia o la bulimia, sin embargo, no se dan las conductas propias de estas con la alimentación. Sin embargo, últimamente cada vez hay más gente (sobre todo hombres) que en principio pudieron padecer una dismorfia corporal que les hace verse excesivamente delgados y sin músculo, así comienzan a ir al gimnasio e intentan mejorarlo, sin embargo, como puede imaginarse, este problema no mejora con la adquisición de musculatura y cada vez trabajan más el cuerpo llevándolo hasta límites insospechados. Cuando esto ocurre hablaríamos de Vigorexia. 


     


    El tratamiento de la dismorfia corporal pasa por eliminar la idea de perfeccionismo que la persona tiene, eliminando a su vez la clave del problema, el miedo al rechazo. Además, este tipo de problemas se da en personas con la autoestima baja, que necesitan valorarse a través de su imagen corporal, por lo que la autoestima es un paso de vital importancia en el tratamiento de este trastorno.


     


    Sin embargo, lo más adecuado (y más efectivo) sería una buena prevención del problema intentando que desde la infancia los niños aprendieran a valorarse a sí mismos por lo que son, por sus valores, capacidades y actitudes y no por lo que aparentan ser. A tener también independencia emocional que les permita no seguir los cánones establecidos sino aceptarse a sí mismos independiente-mente de los demás. Esta prevención es importante que se haga dentro del ámbito familiar (ya que muchas veces este tipo de problema se da también en los padres) y, si es posible, también en el escolar.



    CenPsiSa

    Mª Isabel García Medina


    Psicóloga Col.M-11045 

  • Las Fobias Infantiles

    Como todos sabemos, los niños también sufren miedos de distinto tipo, según los momentos evolutivos que atraviesan. 


     


    El miedo es una reacción buena y adaptativa en algunas situaciones si ocurre dentro de ciertos límites. Por ejemplo, es bueno que un bebé tema separarse de sus padres ya que ellos son los que le proporcionan seguridad, alimento, etc. A través del tiempo, los miedos evolucionan de situaciones físicas (animales, ruidos, extraños, personas disfrazadas...) a situaciones más sociales (exámenes, aspecto físico, parecer ridículo...).



    ¿Por qué se produce un miedo en la infancia?


     


    Aunque, por supuesto, hay una gran variabilidad individual, parece que en primer lugar existe una predeterminación biológica a sufrir ciertos miedos en determinados momentos, por ejemplo, entre los 0-2 años es frecuente el miedo a la oscuridad, a los animales, a las heridas... Estos van desapareciendo poco a poco según el niño va creciendo y se va enfrentando con la situación temida de una manera ajustada a su capacidad. A pesar de ello,  algunos se mantienen aunque también aparecen otros distintos, por ejemplo, a los 3-5 años puede mantenerse el miedo a la oscuridad o a los ruidos fuertes pero desaparecer el miedo a los extraños y aparecer el del daño físico, por ejemplo.


     


    En otras ocasiones, y como ocurre en un adulto, el miedo puede ser debido a una experiencia muy desagradable que el niño haya tenido en un momento dado, por ejemplo, si a los dos años se le metió en la piscina y tragó mucha agua, aunque en principio no le diese miedo, puede establecer la relación piscina-situación desagradable y no querer volverse a acercar a una, generalmente llorando e incluso con pesadillas, o generalizando (ej. No queriendo bañarse en una bañera grande).


     


    La tercera vía de aprendizaje para los miedos puede ser la observación del adulto en esa situación. Así muchos padres informan de que sus hijos y ellos tienen las mismas fobias, sin darse cuenta de que el niño percibe los más pequeños cambios en la cara y el cuerpo de  los padres cuando se encuentran en esa situación y, si el padre no se siente seguro, ¿cómo puede sentirse seguro el hijo?.


     


    Además de todo ello, un niño en un mal estado físico o psicológico puede estar más predispuesto a adquirir un miedo exagerado a algo. Y tampoco hay que olvidar lo que  pueden ver en televisión, una historia que se les cuente, un sueño que hayan tenido..., ni que algunos miedos “ofrecen ventajas adicionales”, por ejemplo, tener miedo a la oscuridad supone “que pueda dormir con mis padres en su cama” o tener miedo a ir al colegio puede suponer que los padres estén en casa con el niño todo el día y que los compañeros vengan diariamente a traerle lo que han dado en clase... Aunque, por supuesto,  de esto no puede deducirse que los niños decidan conscientemente tener miedo (o fingirlo) a la oscuridad para dormir con los padres, o que no lo pasen mal, sino que es una dificultad añadida a la hora de eliminar dicha fobia.



    Eliminación de los miedos


     


    En muchas ocasiones, cuando el niño padezca un miedo  dentro del periodo evolutivo normal, lo más adecuado es ir apoyando al niño suave pero firmemente para que se vaya enfrentando poco a poco a la situación temida. No se les debe gritar, ni avergonzar por lo que están pasando sino intentar que se sientan comprendidos pero provocando a su vez los enfrentamientos con esa situación y, sobre todo, apoyándoles y reforzándoles los esfuerzos por superarla, más que los resultados en sí, ya que con una buena motivación y un buen esfuerzo, éstos aparecerán poco a poco. La excesiva protección que hacen algunos padres "para que el niño no sufra"  llevará a la situación contraria ya que el niño no aprenderá estrategias de superación de los miedos y se volverá más y más miedoso ya que no superará los de una edad e irá adquiriendo los de la etapa siguiente. 


     


    Sólo cuando el miedo esté provocando una situación de verdadero sufrimiento para el niño (por ejemplo, miedo a los animales en un niño que viva rodeado de ellos) o cuando esa situación dure demasiado tiempo, es decir, que ese miedo ya no sea normal para su edad, se debe acudir a un profesional de la psicología que valore y aconseje el tratamiento más adecuado para ese niño concreto con sus circunstancias también concretas.




    CenPsiSa

    Mª Isabel García Medina


    Psicóloga Colegiada Nº: M-11.045 

  • La Autoestima

    La autoestima, como muchos otros términos psicológicos, ha pasado a ser algo de lo que todo el mundo habla. Aún así, es importante clarificar muy bien qué es la autoestima antes de poder modificarla, si es necesario.



    ¿Qué es la autoestima?


     


    La autoestima es la visión que tenemos de nosotros mismos, de nuestra personalidad, de nuestra imagen, de nuestras habilidades, etc. Esta visión incluye también la valoración que hacemos de ella. Sin embargo, no hay que olvidar que para hacer una valoración tenemos que tener un marco de referencia con el que comparar, y esto lo obtenemos de la comparación con otras personas, con lo que nos han dicho, con las valoraciones que nos han hecho y con nuestros éxitos y logros personales. Por ello hay mucha gente que a pesar de que las personas de alrededor consideren que son guapas o están delgadas, por ejemplo, ellas mismas no lo ven así, ya que su marco comparativo es distinto.


     


    La autoestima, puede ser tanto positiva como negativa. Una persona con la autoestima positiva será una persona que tiene una visión de sí mismo realista pero positiva por lo que no necesita la aprobación de los demás, no se cree mejor ni peor que nadie. Ya que no teme la opinión de los demás, expresa sus emociones con libertad y se enfrenta a situaciones nuevas con alegría, viéndolas como un reto a superar y no como un bloqueo en su camino. Tiene interés en comunicarse y en las relaciones con otras personas y es independiente. Sabe enfrentarse a las cosas que no le salen como desearía y aprende de ellas.


     


    Sin embargo una persona con la autoestima negativa es todo lo contrario: es dependiente de los demás, de lo que piensen, de sus posibles comentarios, de lo que puedan decir. Por ello, condiciona su vida a los demás y pierde su independencia. No hace cosas que le gustaría hacer por si no le salen bien, no expresa sus sentimientos por si no le corresponden o por si le rechazan y por ello no se comunica adecuadamente porque tiende a esconder o a no decir. No le es cómodo relacionarse con otras personas porque “van a ver sus defectos, su torpeza o lo gordo que está”... Así pues, se pierden partes muy importantes de la vida y no están alegres sino amargados.


     


    Como apunte diré que existe un límite para la alta autoestima ya que hay personas que parecen tenerla tan elevada que infravaloran a los demás, por lo que son dañinos con ellos, les enjuician y consideran que están por debajo. En general, y aunque parezca extraño estas personas suelen tener la autoestima muy baja y han aprendido a esconderlo para que no le hagan daño, de un modo equivocado, haciendo daño ellos mismos como creen equivocadamente que se lo haría a ellos una persona con una buena autoestima.


     


    Así pues, la autoestima va a determinar todos los aspectos de la vida.  Ya que si no hay una buena autoestima la persona no se esforzará ante los retos y no conseguirá superarlos, por lo que no avanzará y se quedará estancada, y su autoestima empeorará. O se hará tan dependiente de la opinión de los demás que sólo se comportará de acuerdo a lo que los demás vayan a valorar como positivo, independientemente de sus propios gustos, lo cual también empeorará la valoración que tiene de sí mismo/a. Y, sobre todo, evitará las relaciones sociales en las que no se sienta segura/o por lo que puedan pensar de ella/él, por lo que puede incluso generar una fobia social (miedo a las relaciones sociales) o cualquier otro problema relacionado con la ansiedad, ya que, vivir controlando constantemente lo que se hace o dice provoca un exceso de ansiedad y un estado de ánimo deprimido que puede llegar a puntos extremos.Así pues, la autoestima es un círculo vicioso que empieza en la infancia y que determina la vida de las personas. 


     


    Por todo ello, y aunque no es fácil, es muy importante la modificación de la autoestima en cuanto se vea que hay un déficit, ya que cuanto más establecido esté el problema, más parcelas de la vida determinará y más complicado será de tratar. Como he comentado anteriormente, muchos de los problemas que acuden a la consulta de un psicólogo pueden venir determinados por una autoestima deficiente, por ejemplo, depresiones, fobias sociales, dependencia, problemas de pareja, trastornos de alimentación, etc.



    CenPsiSa

    Mª Isabel García Medina


    Psicóloga Col. Nº: 11.045 

  • Las Compras Compulsivas

    Durante las Navidades y las épocas de rebajas mucha gente compra montones de cosas que no necesitan. Sin embargo, hay personas que durante todo el año compran compulsivamente. 


     


    ¿Qué es la compra compulsiva?


     


    Se define como la “compra crónica y repetitiva que se convierte en la respuesta primaria a los acontecimientos o emociones negativas... que se vuelve muy difícil de para y finalmente resulta en consecuencias nocivas”. Es decir, que cuando una persona se dedica a comprar sin control frecuentemente debido a que se encuentra solo, triste, decaído, enfadado... y que esas compras le suponen un alivio de su ansiedad mientras las está realizando, pero después le aparecen sentimientos de culpa, arrepentimiento, problemas familiares, deudas e incluso problemas financieros.


     


    Si todo esto aparece, muy probablemente la persona esté sufriendo de compra compulsiva.Parece que son más las mujeres que padecen este problema que los hombres, pero la diferencia no es tan grande como podría esperarse en un principio y el % varía mucho según los estudios. También parece que la edad de aparición suelen ser los 18 años, y puede ir empeorando con los años y con las posibilidades económicas.


     


    En general, el comprador compulsivo suele utilizar las tarjetas de crédito más que las personas sin este problema.Los compradores compulsivos disfrutan el momento de la compra, y responden más que otras personas a los estímulos que incitan a ella (escaparates, anuncios, ofertas...). Sin embargo, a pesar de que después de la compra suelen aparecer sentimientos de culpa y un intenso malestar, durante la compra no se plantean nada de esto ni si el artículo es necesario, si pueden pagarlo, si lo van a usar, etc.Generalmente se compra ropa, joyas, cosméticos, discos/CD, calzado... para ellos mismos o para otras personas. En muchas ocasiones después lo devuelven o ni siquiera le quitan el envoltorio.


     


    Este es un problema que parece estar incrementándose entre los jóvenes de hoy en día ya que se juntan en ellos varios factores: la impulsividad normal de la edad (que puede favorecer la realización de cualquier acto sin medir las consecuencias de éste), la falta de grandes motivaciones (por lo que las pequeñas motivaciones se hacen mucho más importantes), las mejores posibilidades económicas, la fuerte oferta publicitaria dirigida a ellos.


    Curiosamente se ha observado, que así como en adultos, una baja autoestima puede favorecer el desarrollo de este trastorno, en jóvenes es justo al contrario, a mayor autoestima, mayor incidencia.


     


    También parece que es importante la historia familiar en su aparición, así pues, si hay antecedentes familiares de compradores compulsivos, depresión, problemas de ansiedad o adicciones, también parece que la probabilidad de desarrollar este trastorno es mayor.


     


    El tratamiento, al igual que el de cualquier otra adicción se basa en enseñar a la persona estragegias de autocontrol, aunque, dependiendo de los casos concretos, deberá estudiarse si se debe trabajar la autoestima, el estado de ánimo, el manejo del tiempo libre, las emociones negativas, etc. 


     


    CenPsiSa

    Mª Isabel García Medina


    Psicóloga Col. Nº: 11.045 

  • La Fobia Social

    La Fobia Social es un tipo específico de fobia, muy común. Se caracteriza por un miedo acusado y duradero a una o más situaciones sociales en las que la persona se expone a ser observada por los demás y teme hacer algo o comportarse de manera que pueda resultarle humillante o embarazoso. Además es necesario que cada vez que se enfrente con una de esas situaciones tenga una fuerte respuesta de ansiedad, que la persona reconozca que ese temor es excesivo o irracional, que intente evitar  lo que teme y que tanto la ansiedad, la evitación como el enfrentamiento a esas situaciones interfiera en el funcionamiento diario de la persona, en sus estudios o trabajo.


     


    En las personas menores de 18 años se considerará fobia social cuando todo esto dure por lo menos seis meses. Además todos estos síntomas no deben ser debidos a una enfermedad médica o psicológica, ni al consumo de drogas.


     


    La fobia social puede darse ante estímulos muy específicos (como comer, beber o reírse en público) o de forma generalizada ante diferentes situaciones sociales (estar con amigos o desconocidos, tener una cita...). 


     


    Los síntomas fisiológicos más característicos suelen ser sudoración, temblor de manos o de piernas o de voz, rubor facial... (es decir, síntomas que pueden observar las demás personas fácilmente), así como cualquier otro que pueda darse normalmente ante cualquier trastorno de ansiedad (taquicardia, dolor de estómago, sensación de falta de aire, etc.).


     


    Los síntomas cognitivos (es decir, lo que la persona suele pensar) son el miedo a la evaluación negativa, a que se les critique y a que se les desapruebe, es decir, hay un temor a que se dañe su propia autoestima, no su integridad física. 


     


    Los síntomas conductuales (es decir, lo que la persona suele hacer) son generalmente el intento de escapar o evitar las situaciones. Sin embargo esa evitación puede no ser una huida sino algo más sutil como rehuir la mirada, quedarse en silencio, no participar, incluso tics nerviosos, muecas, rigidez, etc.


     


    Por todo esto, la persona tiende a obsesionarse pensando que todo el mundo está pendiente de él/ella, sólo se acuerdan de lo que les sale mal, creen que tienen un funcionamiento social peor que el que realmente existe y anticipan constantemente consecuencias negativas sobre su actuación y sus consecuencias.


     


    Parece que la fobia social afecta a un 3% de al población general, teniendo igual incidencia en hombre que en mujeres. Además suele empezar entre los 15 y los 20 años. En la infancia generalmente hay timidez, y aislamiento en la adolescencia, aunque a veces puede empezar tras una experiencia traumática.


     


    Está también muy asociada a la depresión,  intentos de suicidio, consumo de drogas y alcohol, trastornos obsesivo-compulsivos, agorafobia, etc.Las personas que sufren fobia social tienen una atención tan centrada en sus propias reacciones que se evalúan constantemente y no pueden prestar atención a lo que ocurre en la misma situación social en la que no quieren destacar. Debido a ello a veces no saben muy bien qué es lo que deben hacer en un momento determinado, y ese mismo desconcierto les hace autoevaluarse negativamente, por lo que vuelve a incrementárseles la ansiedad y se cierra el círculo vicioso. Así pues, puede ir empeorando poco a poco y no disminuir la ansiedad con el enfrentamiento al objeto temido (las situaciones sociales) al contrario que ocurre en otras fobias. 


     


    El tratamiento se basa en la explicación de su problema, de cómo se inicia y se mantiene, y cómo va empeorando en cada episodio social al que se enfrenta desadaptativamente. Se le ofrecen entonces técnicas cognitivas que le ayuden a “descentrar” su atención, es decir, a que puedan enfrentarse a situaciones sociales sin estar constantemente pensando en ellos mismos y en sus reacciones. Por último se les entrena en habilidades sociales, es decir, se les entrena para que cuando se enfrenten a determinadas situaciones sean capaces de comportarse más adaptativamente, además estas habilidades les ofrecen no sólo un patrón de comportamiento sino una seguridad en sí mismos que no han tenido en mucho tiempo, lo que les eleva la autoestima y les hace sentirse mejor. Cuando su estado de ánimo mejora tienen más ganas de enfrentarse a nuevas situaciones y esto a su vez les hace entrenar lo aprendido con su terapeuta. Así se cierra pues otro círculo vicioso pero esta vez positivo que les hace ir encontrándose mejor cada vez hasta la completa recuperación.



    CenPsiSa


    Mª Isabel García Medina


    Psicóloga Col. Nº: M-11045 

  • La Fobia al Daño Fisico

    Una de las fobias específicas más comunes es el miedo exagerado a la visión de la sangre, a los procedimientos quirúrgicos, a las enfermedades graves, a las deformidades físicas, a los médicos, a las inyecciones, etc. Es decir, a todo aquello que pueda suponer un daño físico o una visión de partes o sustancias internas del cuerpo pero fuera de éste. 


     


    El problema de este tipo de fobias no es su frecuencia, sino la respuesta que se da en las personas que las sufren. Es conocido por todo el mundo que cuando algo nos da miedo la primera reacción del cuerpo es evitar ese objeto o situación (hacer que desaparezca para poder volver a sentirnos tranquilos) o prepararnos para luchar  con él. Así pues, se produce una reacción corporal dirigida a la huida y notamos síntomas tales como taquicardia, sudoración, tensión arterial y tensión muscular elevadas.


     


    Sin embargo, en las fobias del tipo “daño físico” se produce una reacción diferente ya que se dan dos fases:


     


    La primera: la misma reacción que en cualquier otra fobia, con la diferencia de que puede ser de menor intensidad, y sobre todo, durar muy poco tiempo, segundos o minutos si el estímulo que provocó la ansiedad sigue estando presente.


     


    La segunda reacción: la persona comienza a sufrir sensación de mareo o desmayo y puede llegar a un desvanecimiento o incluso a perder el conocimiento, el ritmo cardiaco se enlentece, la presión arterial baja, aparece palidez, sudor frío, nauseas... es decir, justo lo contrario a lo que ocurrió al inicio. 


     


    Otra característica de los fóbicos a la sangre y las heridas es que estas pueden no provocarle ansiedad sino sólo nauseas y desvanecimiento, incluso pueden no necesitar que el estímulo fóbico esté presente sino que ante la mera mención de él aparezcan todos los síntomas. Lo que sí puede aparecer es un miedo al desmayo en sí.


     


    Tienen también una marcada historia familiar, es decir, que parece que ese tipo de respuesta puede venir determinada genéticamente. 


     


    Debido a todo esto, el tratamiento no puede ser el mismo que en el resto de fobias, es decir no puede basarse en la exposición tal cual al estímulo fóbico puesto que si la persona se desmaya la exposición deja de producirse. La gente suele intentar relajarse antes de ponerse una inyección, de donar sangre... y si lo consiguen verán que no suele ser efectivo ¿por qué?- Porque la respuesta de relajación lo único que hace es adelantar e incluso empeorar la respuesta de desvanecimiento al disminuir el ritmo cardiaco, disminuir la tensión corporal, etc. 


     


    Hay estudios que confirman que para que la exposición al estímulo fóbico sea efectiva en este tipo de fobias, la persona debe intentar provocarse sentimientos de ira o enfado justo antes de enfrentarse con el estímulo e ir haciendo la exposición poco a poco. Que la persona pueda tumbarse también puede resultar muy efectivo, aunque es menos fácil de llevar a cabo en determinadas situaciones.  Otra técnica incompatible con el desmayo es que la persona que sufre la fobia contraiga rápida y frecuentemente la musculatura, lo que incrementa la tasa cardíaca y la presión sanguínea.


     


    Vuelvo a repetir que la exposición al objeto temido es indispensable para que se produzca la habituación, la única diferencia es que ésta debe hacerse después de haber inducido una respuesta incompatible con el desvanecimiento.


    CenPsiSa


    Mª Isabel García Medina


    Psicóloga Colegiada Nº:M-11045             

  • La Disfunciones Sexuales

    La sexualidad ha sido considerada un tema tabú en nuestra sociedad. Durante mucho tiempo se consideró también que la sexualidad estaba restringida únicamente a los genitales. Hoy sabemos que la sexualidad es algo mucho más complejo, es la “integración de los elementos somáticos, emocionales, intelectuales y sociales del ser sexual por medios que sean positivamente enriquecedores y que potencien la personalidad, la comunicación y el amor” (OMS, 1974).

     


    Es decir, que en ella entran en juego tres dimensiones: La biológica (la reproducción, la parte genital y la sexual), la psicológica (en ella entran la parte emotiva, la afectiva y la emocional) y, por último, la social que depende de cada cultura y que se transmite a través de  la educación. Así pues, las personas son seres sexuales desde que nacen hasta que mueren.


     


    A pesar de que el ser humano es un ser sexuado, la educación ha tratado de reprimir esa sexualidad durante mucho tiempo, por ello, si la persona aprende desde pequeña que sentir deseo o excitación sexual es algo malo, será muy difícil que la parte psicológica pueda sobreponerse a la parte social y por ello, será fácil que surjan problemas sexuales, que además, ya que es algo “malo” no debe hablarse de ello y por tanto no se soluciona. Debido a ésto, cuando la persona o la pareja acuden a consulta, el problema suele estar ya enquistado y es más difícil trabajar con él. Así pues, en este tipo de problemas (como en cualquier otro problema médico) es importante acudir cuanto antes al especialista ya que los problemas sexuales pueden llegar a producir un gran malestar en la pareja y desembocar en discusiones y falta de entendimiento, cuando podrían haberse solucionado con facilidad.



    Las disfunciones sexuales más frecuentes son:



    Femeninas: 


    Alteración de la función orgásmica: dificultad o imposibilidad para llegar al orgasmo.

    Falta de respuesta sexual: aunque existe deseo, una vez iniciadas las relaciones sexuales no se producen los cambios fisiológicos adecuados a la situación.

    Vaginismo o la contracción involuntaria de los músculos que rodean la parte exterior de la vagina y que impiden la penetración.

    Dispareunia: dolor o escozor durante o después de la realización del coito

    Falta de deseo sexual o falta de interés por mantener relaciones sexuales. Puede llegar hasta la aversión o la fobia a las relaciones sexuales.


    Masculinas:

     


    Problemas con la erección: Impotencia (falta total o parcial de la erección) y Erecciones extremas (la dificultad está en la finalización de la erección).

    Alteraciones en la eyaculación: eyaculación prematura o precoz, eyaculación retardada  y  fallos en la eyaculación.

    Falta de deseo sexual.

    Dispareunia.

    No existe un criterio único y claro sobre qué se puede considerar normal y qué anormal en nuestra sociedad. Por ello, los criterios irán variando junto a la sociedad general. Por ejemplo, la homosexualidad estuvo considerada durante mucho tiempo una Conducta Sexual Desviada y hoy en día se admite como una forma de expresión sexual normal e incluso se permite ya el matrimonio.


     


    Una parcela aparte son las Desviaciones Sexuales: Exhibicionismo, Fetichismo, Pedofilia (niños como objeto sexual), Sadismo y Masoquismo sexual, Voyeurismo, etc.


     


    De todas las disfunciones sexuales hablaré más exhaustivamente en artículos posteriores. 



    CenPsiSa


    Mª Isabel García Medina


    Nº Colegiada: M-11045

  • Trastornos de la Alimentación

    TRASTORNOS DE ALIMENTACIÓN I


     

    A pesar de que la mayor parte de la gente conoce ya los trastornos de la alimentación, muchos adolescentes (chicos y chicas) siguen padeciendo estos trastornos, y su edad de inicio cada vez es más temprana, habiéndose encontrado casos en niños/as de hasta... ¡8 años!.


     

    Los medios de comunicación, algunas asociaciones y hasta diseñadores han decidido tomar parte en este problema y buscar una solución conjunta que incluye medidas como no contratar modelos que puedan inducir a las jóvenes a desear unas medidas inaccesibles, primar más los valores personales que los físicos, etc. 

     


    Aunque todo esto es muy positivo, tardará un tiempo en notarse su efecto, y mientras tanto, ¿qué pueden hacer los padres que sospechan o están seguros de que sus hijos tienen un problema con la alimentación?. Lo primero es reconocer si de verdad existe un problema y si es así, cuál es.


     

    Hay varios tipos de trastornos de alimentación, los más conocidos son la Anorexia y la Bulimia, poca gente conoce el trastorno de Sobreingesta compulsiva como tal trastorno.



    Empezaremos por definir cada una de ellas:

     


    La anorexia es un trastorno del comer en el cual hay una incapacidad (que en un principio es completamente voluntaria) severa y prolongada para comer, con una pérdida de peso muy marcada. 


     

    La anorexia es un trastorno muy serio que en algunos casos puede llevar al fallecimiento de la persona que lo sufre por ello es importante un tratamiento cuanto más temprano mejor.


     


    Los síntomas pueden ser, primero  una pérdida evidente de peso, desaparición de la menstruación, el organizar toda su vida alrededor de la búsqueda de la delgadez, fobia a la gordura (lo que incluye la posibilidad de un embarazo por la ganancia de peso que eso supone, el contacto con personas obesas, etc.). Generalmente no quieren tratarse y buscan razones para justificar lo que hacen, por lo que  las familias tardan un tiempo en darse cuenta del problema. 

     


    Algunas mujeres se provocan la menstruación con anovulatorios  (es decir, con “la píldora”), por lo que el que haya menstruación no excluye la existencia del trastorno.

     


    Soportan el sufrimiento de un modo casi obsesivo, además, se sienten orgullosos/as de ello.


     

    Van perdiendo también la relación con los demás, se centran en los estudios, en los cuales destacan brillantemente, y en general son los “hijos/as perfectos/as”: obedientes, comprensivos, dóciles (excepto en temas de alimentación), aunque al principio fuese una persona difícil de tratar, durante el desarrollo de la enfermedad cambian y pasan a ser el soporte de los padres. Otro dato característico es que miran obsesivamente a las otras personas, es decir, que en cuanto ven a alguien, no pueden evitar mirarle “de arriba abajo”.


     

    A la hora de comer dividen la comida y la parten en trozos muy pequeños, la mueven, la aplastan... y se levantan continuamente de la mesa, de  forma que al final, no se sabe con claridad cuánta cantidad ingirieron. 


     


    Hay poblaciones de riesgo como bailarinas, gimnastas, modelos... tanto para hombres como para mujeres. Se quejan de que la comida que se les ha preparado tiene muchas calorías. Raramente tienen hambre y por ello “no necesitan comer”. Les dice a los demás lo que tienen que comer pero ellos/as no lo prueban. Dejan de salir a comer con amigos. Sufren un estreñimiento pertinaz con lo que “justifican” la necesidad del uso de laxantes (que es siempre mucho mayor de lo que la familia piensa). Normalmente se les ve de pie o haciendo ejercicio constantemente y en los sitios más inverosímiles. 


     


    En el modo de vestir buscan también el “éxito”, por lo que la ropa puede ser holgada pero siempre van bien vestidos/as. Aparece también mucho vello sobre todo el cuerpo, sobre todo en brazos, pubis y vientre.


     


    No se debe olvidar que lo que buscan no es la delgadez en sí, sino el ÉXITO en todos los campos de su vida, lo que les genera muchísima ansiedad, que en la mayor parte de los casos pasa también a depresión.


    ..

    CenPsiSa 

    Mª Isabel García Medina

    Psicóloga Colegiada Nº: M-11045


      


    TRASTORNOS DE LA ALIMENTACIÓN II


    La Bulimia Nerviosa es, después de la Anorexia nerviosa el trastorno de la alimentación más conocido.



    Se caracteriza por:



    1. Una alta frecuencia de episodios en los que la persona ingiere grandes cantidades de alimentos en un periodo de tiempo muy corto (los denominados “atracones”). Durante estos atracones, la persona tiene la sensación de pérdida de control de su propia conducta, por lo que, a veces, no es consciente, ni siquiera de la cantidad de comida que ha ingerido en ese tiempo.



    2. Estos episodios van seguidos de fuertes sentimientos de culpa. Se reprocha a sí mismo/a esa conducta e intenta remediarlo a través de vómitos que él/ella mismo/a se produce, abuso de purgantes, exceso de ejercicio, etc. También suele utilizar la restricción alimentaria, aunque generalmente es menos drástica que la anorexia nerviosa.



    3. Hay también una enorme preocupación por la silueta, la talla y la pérdida de peso. Sin embargo, y a diferencia de las  personas que sufren anorexia nerviosa, mantienen generalmente un peso corporal normal. Por ello también es más difícil de detectar.

     


    Hay varios tipos de Bulimia. La Bulimia Nerviosa Purgativa en la que, para compensar el atracón se utilizan sobre todo vómitos y laxantes. La Bulimia Nerviosa No Purgativa en la que se usan más otras conductas como ayuno, ejercicio físico, diuréticos, enemas...La Bulimia no nerviosa es un síntoma de otros trastornos o efecto secundario de algunas medicaciones, y en ella no existe interés en una pérdida de peso.



    Es más difícil detectar la bulimia que la anorexia ya que no existen síntomas físicos visibles. Sin embargo, parece que se ha incrementado enormemente el porcentaje de personas que las sufren. Sólo en mujeres adolescentes (las de mayor riesgo) parece que ronda actualmente el 2-3%. Además la proporción de hombre y mujeres es de 1 a 10 respectivamente. El inicio suele darse a los 16-18 años.Del 25 al 30% de las personas que la padecen, han sufrido antes anorexia.


     


    A veces  desaparece durante pequeños periodos de tiempo, aunque generalmente vuelve a aparecer.



    Entre los factores predisponentes se encuentran:


     

    Individuales: ser adolescente, tener o haber tenido en algún momento sobrepeso, existencia de excesivo perfeccionesmo y  de baja autoestima...

    Familiares: progenitores (sobre todo la madre) obesos o muy preocupados por el cuerpo y la imagen corporal, conflictos familiares, psicopatologías en la familia...

    Sociales: presión social hacia la delgadez...

    Generalmente surge a partir de un acontecimiento estresante, a sentimientos disfóricos (desánimo, decaimiento, depresión...) o a un incremento de peso, burlas de otras personas hacia su peso o volumen corporal, cambios corporales bruscos (tales como el desarrollo).

    A partir de aquí se inicia una dieta restrictiva que lleva como consecuencia una disminución biológica de la energía consumida y por tanto, sensación de hambre y urgencia por ingerir alimentos. Ambas favorecen los atracones y el descontrol. Como consecuencia de ello aparecen la culpa y la ansiedad que dan pie a una nueva restricción aún más severa, y así sucesivamente.

     


    Al igual que la anorexia nerviosa, la bulimia nerviosa debe ser tratada por un especialista. Sin embargo, además de la falta de síntomas visibles existe un fuerte intento de ocultar esta enfermedad por vergüenza, por miedo a que si se descubre se le haga engordar, etc.


     

    Así pues, si sospecha que su hijo/a puede padecer este trastorno, se levanta de la mesa nada más terminar de comer, hace excesivo ejercicio o sufre un estreñimiento persistente que le “obliga” a utilizar laxantes, si desaparece comida de la nevera durante la noche o aparecen conductas compulsivas autodestruvtivas tales como robos en supermercados (de comida) y/o robos de cualquier otro tipo, conductas sexuales compulsivas, etc. sería positivo que intentase convencerle para que acuda a un especialista que pueda evaluar si existe o no ese trastorno y pueda intentar ayudarle.


    CenPsiSa

    Mª Isabel García Medina

    Psicóloga Col. Nº: M-11045


     


    TRASTORNOS DE LA ALIMENTACIÓN III


     Un trastorno del comportamiento alimentario menos conocido, pero no por ello menos importante, la sobreingesta compulsiva (SC).



    ¿Qué es la Sobreingesta Compulsiva (SC)?



    Es un problema alimentario caracterizado por:


    Episodios repetitivos de voracidad o “atracones” por lo menos dos veces a la semana durante tres meses. La cantidad de comida ingerida es grande y el episodio no suele durar más de dos horas.

    Tiene que haber además, y como mínimo, tres de los siguientes síntomas:

    Los alimentos que se ingieran durante ese período de voracidad deben tener un alto contenido calórico (real o percibido) y deben poderse ingerir fácilmente.

    .No llamar la atención durante el atracón por la forma o la cantidad ingerida

    Intentos casi constantes de perder peso a base de dietas (controladas médicamente o no).

    Fluctuaciones frecuentes de peso superiores a 4,5 Kg. Debido al círculo dieta- SC5.Cuando la persona se siente mal, es más probable que se produzca una SC

     


    No hay métods extremos para perder peso tales como ejercicio excesivo, laxantes, ayuno, dietas severamente restrictivas... como en la bulimia


     

    La persona se da cuenta de que esa ingestión de alimentos no es normal y le genera gran ansiedad el no ser capaz de controlarse.


     

    Su estado de ánimo es deprimido o decaído y se culpa, o se desprecia después de un episodio de voracidad

     


    No le gusta su cuerpo, pero conoce perfectamente las dimensiones reales de éste. Es decir, en el espejo se ve tal y como es realmente.


     

    Esos atracones no son debidos a ningún otro trastorno físico conocido, ni a una anorexia o bulimia.

     


    Por supuesto, la ingesta que se hace en estos atracones no es nutritivamente necesaria, y los productos ingeridos no tienen que ser necesariamente de alto contenido calórico, ya que simplemente puede ser percibido como tal y no tener realmente tal cantidad de calorías.



    ¿Por qué se produce la SC?



    El exceso de peso lleva a la persona a hacer una dieta y por tanto, a soportar una restricción alimentaria. Cuando esto se da, la persona siente intensos deseos de violar esa restricción y comer algo (siempre les es más apetecible comer un alimento “prohibido”). Una vez que empiezan tienen la sensación de “ya me lo he saltado, ya da igual lo que coma”. Cuando termina el atracón se produce una fuerte culpabilidad y sentimientos acerca de la sobreingesta de alimentos y de la ganancia potencial de peso, por lo que intentan volver as la dieta para reducir esa  sensación. Entonces se relajan durante un período pequeño de tiempo porque “hacen lo que deben”. A partir de aquí vuelven a producirse otra vez las situaciones anteriores de hambre - atracón - culpabilidad -dieta - hambre. Incluso algunos autores hablan de una reducción de la tasa metabólica con el consiguiente incremento de la posibilidad de  ganar peso y de pérdida de efectividad de las dietas.


     


    En este círculo influyen también los estados de ánimo deprimidos, la ansiedad, el estrés, el abuso de sustancias, los hábitos obsesivo-compulsivos, las alteraciones de personalidad, y por supuesto, los problemas interpersonales y familiares y la propia susceptibilidad personal al problema.


     


    A pesar de todo, los niveles de sobrepeso pueden ser moderados o graves, aunque el 70% de las personas que sufren SC, sufren también obesidad.


     


    Tratamiento:

     


    El tratamiento se basa primero en disminuir la frecuencia de los episodios de SC. Es, decir, fomentar el autocontrol y entrenarle en pautas alimentarias y nutritivas correctas.


     


    El segundo paso es trabajar el estado de ánimo del paciente, además de ofrecerle técnicas de solución de problemas que le ayuden a resolver las situaciones que le provoquen ansiedad (ya que suele ser un desencadenante muy potente de un episodio de SC).


     


    Y por último, pero no menos importante se debe hacer hincapié en la prevención de recaídas.



    CenPsiSa

    Mª ISABEL GARCÍA MEDINA

    Psicóloga Col. Nº M-11045 

  • El Mobbing

    ¿Qué es el mobbing?


     


    Es una situación que se produce en el trabajo en la cual se acosa a una persona que resulta molesta, de manera que se le haga insoportable seguir trabajando allí y abandone su puesto de trabajo.


     


    Es decir, es una situación de acoso moral tan intensa que la víctima de éste sufre efectos devastadores tales como estrés, depresión, nerviosismo, enfermedades psicosomáticas (úlceras, colitis, insomnio, enfermedades en la piel...) y sobre todo, estrés-postraumático, por lo que la persona reexperimenta continuamente la situación laboral, vigilancia constante por si se vuelve a producir, llanto, evitación de la situación laboral o de las personas que le acosan.


     


    Para que pueda considerarse mobbing, en el acoso debe darse por lo menos una conducta de hostigamiento a la semana durante seis meses o más.



    ¿Quién puede realizar mobbing?


     


    Los acosadores pueden ser tanto jefes o superiores de la víctima, como compañeros de ésta e, incluso, subordinados.



    ¿Cuándo se produce?


     


    Se da por diversas razones. En general suele empezar por un conflicto normal en una situación laboral que va empeorando por una mala resolución de conflictos. Sin embargo, poco a poco se empiezan a producir conductas agresivas que intentan hacer daño. Quizá el mayor problema surge cuando los superiores apoyan al acosador (en muchos casos porque creen al agresor) y no se respetan los derechos de la víctima, por lo que el problema empeora aún más.


     


    En otras ocasiones el mobbing se produce simplemente porque el trabajador realiza su trabajo muy bien, por lo que genera envidias y miedos a ser superado jerárquicamente por éste.


     


    Es de destacar que, sobre todo al principio, la víctima no entiende nada, no sabe por qué está ocurriendo eso y cree que es culpa suya, que no vale suficiente, que se lo merece, etc.



    ¿Qué tipo de conductas pueden considerarse mobbing?


     


    Aislamiento (hacerle el vacío, rechazar todo contacto, incluso el visual, no se le habla ni se le escucha, se le prohibe a sus compañeros hablar con él/ella...)


     


    Ataques a su trabajo y su situación laboral (críticas injustas, darle trabajos de mucha menor categoría o que no está capacitado/a para hacer y después desacreditarle por ello, darle una sobrecarga de trabajo y criticar que no lo ha terminado, no darle trabajo alguno, etc.)

    Infravaloraciones y ataques a su dignidad (insultos, se hacen correr rumores falsos sobre él o ella, se le inventa una enfermedad a la víctima, se le ridiculiza o degrada, se le acosa sexualmente...)

    Daño (o posibilidad de que exista) a la salud física: se le agrede físicamente o se le amenaza, se le ocasionan gastos con la intención de perjudicarle, se le ocasionan daños en su domicilio o en su puesto de trabajo, etc.

    Generalmente, la víctima de mobbing suele acogerse a una larga baja laboral, en la mayoría de las ocasiones por depresión.


     


    Además, aunque vea que se le está realizando mobbing, es muy difícil conseguir apoyo en el centro de trabajo ya que los compañeros también tienen miedo.


     


    ¿Qué hacer si se sufre acoso?


     


    Lo primero es darse cuenta de que está sufriendo mobbing y que lo que ocurre no es culpa suya. Después será necesario buscar apoyos, tanto de compañeros como de sindicatos, asociaciones, abogados... en caso de que las secuelas psicológicas sean tan intensas que la persona se encuentre sin fuerzas para actual o deprimida, con ideas de suicidio, con fuerte ansiedad o, en general, que sean suficientemente fuertes como para necesitar apoyo, serán necesario acudir a un  psicólogo ya que no desaparecen simplemente al dejar el trabajo sino que se mantienen  mucho tiempo después e incluso le pueden incapacitar para volver a trabajar ya que la persona siente miendo a volver a pasar por una situación parecida.



    CenPsiSa


    Mª Isabel García Medina


    Psicóloga Col. Nº: M-11.045

  • TDAH Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad

    HIPERACTIVIDAD Y DÉFICIT DE ATENCIÓN (TDAH)

     


    Durante la infancia, muchos niños y niñas tienen problemas para prestar atención a cosas que no les interesan demasiado, tienen dificultades para permanecer quietos, tienen cambios bruscos de carácter, son excesivamente impulsivos e incluso desobedecen o se pegan con otros niños constantemente.


     


    Como muchos de los trastornos infantiles, forma parte de un continuo, es decir, todos los niños a veces son desobedientes o no atienden o se pelean con sus compañeros de clase. Lo que definirá a un niño con hiperactividad será la frecuencia con que lo haga, la intencionalidad, la intensidad de las conductas.


     


    La mayor parte de los padres de niños con hiperactividad comentan con sus amigos, familiares, etc. que su hijo es especialmente nervioso, que no para un minuto, que no hace caso de lo que se le dice o que tiene rabietas constantes.


     


    Cuando, sobre todo, la madre, dice estas cosas, ya está en un estado de tensión importante por lo que las personas que la escuchan suelen pensar que el problema está en ella, que le consiente demasiado, que no tiene aguante, incluso "que es primeriza".  Sin embargo, lo que suele ocurrir, es que los niños fuera de casa no tienen conductas tan problemáticas como en casa porque hay más estímulos nuevos y se divierten más.


     


    Muchas personas han oído hablar del Déficit de Atención con o sin Hiperactividad (TDAH) pero les parece que "eso es algo muy raro", "los niños son así porque no les saben educar", "sus padres deben tener problemas en casa y están muy nerviosos", y un sin fin de cosas más.



    CAUSAS


     


    Hay varias teorías que explican el origen del trastorno, pero no todas se han podido demostrar de igual forma.


     


    Estas son:


     


    Causa Biológica: el TDAH sería debido a una deficiencia de ciertas sustancias del cerebro (neurotransmisores) que están localizadas en el área encargada de la atención y el movimiento.

    La Herencia: que tengan familiares directos con ese trastorno.

    Otras causas: riesgos perinatales (tabaco, alcohol o drogas consumidos durante el embarazo) o complicaciones durante el parto.

    Si no se diagnostica o se trata a tiempo el TDAH, existen muchas probabilidades de que presente un bajo rendimiento y fracaso escolar, baja autoestima, depresión, inseguridad, disminución de su capacidad de aprendizaje..., además, y debido a que genera mucha ansiedad a su alrededor, suelen tener problemas familiares.Se cree también que entre un 3 y un 5% de los niños/as tienen TDAH, aunque la frecuencia es mucho mayor en niños que en niñas. 


     


    CARACTERISTICAS DEL TDAH


     


    No todos los niños tienen los mismos déficits, además hay que tener en cuenta que existen varios tipos de TDAH: los niños que sufren Hiperactividad sola, sin problemas de atención; niños con déficit de atención sin hiperactividad y niños que tienen hiperactividad y déficits de atención.


     


    Por ello, los síntomas son: 


     


    Hiperactividad: excesivas carreras o saltos, dificultad para sentarse o para mantenerse sentado, agitación excesiva, intranquilidad motora durante el sueño, tener siempre "un motor" que les impulsa...

    Falta de Atención: deja las cosas sin terminar, parece que no escucha, se distrae fácilmente, tiene dificultad para concentrarse en tareas o trabajos... Es muy importante destacar que niños con déficit de atención pueden prestar atención durante mucho tiempo a tareas que les sean muy motivantes como la consola, la televisión... en las que además los estímulos están cambiando rápidamente. En general, y aunque se llame déficit de atención, lo que les ocurre es un déficit para poder dirigir su atención a tareas que no les motivan, lo que suele confundir a los padres, y a veces, a profesionales y profesores.

    Impulsividad: actúa antes de pensar, cambia frecuentemente de una actividad a otra, es poco organizado, necesita supervisión constante, tiene riñas frecuentes es clase, no espera su turno ...Además el problema se inicia siempre antes de los siete años y dura más de seis meses.

     


    TRATAMIENTO: 


     


    Lo primero que los padres deben saber si tienen un hijo con TDAH es que es un problema que no es grave, pero sí molesto, ya que se pueden mejorar mucho los síntomas, pero no se podrán eliminar del todo.


     


    Por ello, es importante el control de las conductas problemáticas, para que no vayan a más. Así pues, es  imprescindible que los padres sepan que no tiene intención de portarse mal, que lo hace porque no puede controlarse. Premiarle con halagos o un pequeño premio cuando hace algo bien le ayudará a reconocer cómo se debe comportar, plantearse objetivos realistas, por ejemplo, no pretender que se pase toda la comida sentado, sino cinco minutos (según el tiempo que aguante normalmente), premiárselo e ir incrementando poco a poco el tiempo que debe estar sentado para conseguir un premio.


     


    El ambiente que le rodea deberá ser ordenado y organizado en cuanto a las rutinas diarias, el espacio, los horarios... Pedirle las cosas poco a poco, por ejemplo, no pedirle que vaya a su habitación,  recoja sus juguetes y saque las tareas escolares, sino pedirle una cosa cada vez. 


     


    De todos modos los padres deben saber también que no todo son desventajas y que suelen ser niños con una gran creatividad, expresividad afectiva, pensamiento rápido e intuición, sensibilidad, sinceridad, falta de malicia, buena intención, gran capacidad de convencimiento e intuición, etc.


     


    Existen también tratamientos farmacológicos que pueden ayudar al niño sobre todo, en los horarios escolares, lo cual mejora su rendimiento en clase al mejorar su atención, concentración, impulsividad y su movimiento descontrolado.


     


    En los adolescentes y adultos los movimientos extremos (la hiperactividad) ya suele haberse controlado, por lo que a veces es difícil de diagnosticarlo. En general suele haber dejado conductas de "descarga" como pequeños movimientos en un pie, en una mano, tics nerviosos... y el déficit de atención aunque siga estando puede existir de una forma más adaptativa, por lo que habría que estar atento a los síntomas secundarios como baja autoestima, depresión, conductas adictivas, dificultades sociales, etc.


     


    CenPsiSa


    Mª Isabel García Medina Psicóloga


    Colegiada Nº: M-11045

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